Si algo dejó claro la reciente crisis económica es la necesidad de que el poder político acierte en la conducción de los asuntos públicos. Por ello, cometen un grave error aquellos que creen que se puede prescindir de la política e igualmente yerran quienes debilitan a los actores políticos.
Esta situación plantea especiales retos en nuestro país dado el creciente desprestigio de la política, y de los partidos políticos. Con motivo de la celebración del 61 aniversario del partido Liberación Nacional aprovecho para hacer una meditación constructiva sobre el tema.
Preocupa que los partidos se han convertido, más en maquinarias electorales que en centros de pensamiento y de formación política. Reconozco pertenecer a una generación que se formó de las enseñanzas, cursos y seminarios celebrados en La Catalina.
Es imperativo reconocer que los partidos se han convertido para muchos en tan sólo un medio para acceder al poder. No es de extrañar entonces, como ha sucedido en muchas oportunidades, que quienes resultan electos, al no contar con una identidad ideológica o por lo menos programática, terminan cayendo en el tentador ejercicio de las ocurrencias y eso explica también las dificultades de algunas bancadas para mantener una línea de acción.
Las ansias de poder no tienen límites y desatan descarnadas luchas que abonan al descrédito. El más reciente ejemplo, un acalorado intercambio de denuncias penales en estrados judiciales entre compañeros de un partido minoritario.
La desconfianza y apatía hacia lo político, se han acentuado aún más producto de la ola de denuncias contra todos los partidos políticos por problemas en los mecanismos de financiamiento utilizados en las pasadas elecciones.
Sin disculpar las acciones señaladas las cuales deben ser investigadas, me pregunto si, con el afán de contrarrestar lo negativo de la política y la corrupción, hemos caído en un sistema perverso de regulaciones, que no protege pero si impone reglas tan difíciles de cumplir que esto alejará aún más a las buenas personas de la política.
Los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. Es necesaria la renovación y fortalecimiento de todos los partidos políticos y convertirlos en organizaciones de reflexión, idealistas, de discusión permanente, de visión y proposición programática.
La modernización del Estado y el hacerle frente a los grandes retos y desafíos, parte de tener instituciones y actores políticos fortalecidos, legitimados, claros en su visión de desarrollo e inversión social, capaces de llegar a acuerdos, a pesar de sus diferencias: el verdadero espíritu de la democracia.