Estrés tenemos todos; lo provoca el exceso de tareas, la eterna lucha contrarreloj, la competencia, la falta de espacios y momentos para relajarse, la congestión vehicular... Pero a veces la tensión y ansiedad van más allá de un dolor de nuca o de cabeza, una mala noche o un día de tremenda desconcentración.
Si la ansiedad es mal manejada, puede llegar incluso a producir los llamados “ataques de pánico”, en los que una persona pierde repentinamente el control de sí misma, aterrada sin una razón evidente.
Uno de sus síntomas usuales son dolores en el pecho, que el paciente confunde con un ataque cardíaco. También es común que haya sudoración, mareos, hormigueos en las extremidades y continuos pensamientos fatalistas. Aunque por sí solos no pueden causar infartos, la sensación de miedo es tal que estos ataques prácticamente incapacitan a quien lo padece.
Como, en la mayoría de los casos, estas crisis están vinculadas con presión laboral, el psiquiatra Marco Díaz opina que “para prevenir estos episodios, hay que construir un ambiente de trabajo sano y balanceado”. No obstante, el paciente debería buscar además ayuda médica y es posible que requiera tratamiento por algún tiempo.