El interés de Le Corbusier era usar la arquitectura a fin de transformar el mundo. Para esto no le era suficiente diseñar y construir; él pensaba que debía dibujar, teorizar y explicar sus ideas.
Le Corbusier se ubicó como visionario ante sus contemporáneos con su propuesta de vivienda colectiva. Él planteaba la construcción de la vivienda en espacios reducidos para aprovechar las áreas verdes. Así construía rascacielos como unidades de arquitectura urbana, en los que la funcionalidad debía plantearse a partir del equilibrio que se procuraba entre la belleza y la utilidad.
Le Corbusier formuló teorías innovadoras para su época pues su concepto de una nueva arquitectura se basaba en una que valorase la belleza propia del material, y que depurara la forma y la línea sin excederse en adornos ni elementos superfluos. Le Corbusier aprovechaba la luz para dar libertad y espacio a sus diseños.
La Unidad de Habitación (1946-1952), en Marsella, fue el primer encargo que hizo el Estado francés a Le Corbusier para la reubicación de las víctimas de los barrios destruidos durante la Segunda Guerra Mundial. Esa obra fue de una magnitud sin precedentes para el arquitecto y la primera en la que aplicó sus medidas del “modulador” (sistema de proporciones armónicas basado en la figura humana, con las que ubicaba los detalles en sus estructuras)
La Unidad de Habitación se convirtió además en un campo de experimentación de las teorías urbanísticas de Le Corbusier; allí aplicó por primera vez la “ciudad jardín vertical”, en oposición a las viviendas unifamiliares.
Los aportes realizados por Le Corbusier siguen vigentes tanto en la práctica como en la teoría arquitectónica. Sus trabajos han sido la base para corrientes posteriores, lo que lo ha convertido en uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX.