Captó con la cámara la melodía de las miradas. Traidor de traidores. Romántico fracasado. Dio su vida por el cine, sin que este le devolviera nada.
Raymond Nicholas Kienzle, como el escorpión de la fábula de Esopo, nunca pudo renunciar a lo que era, a su esencia: un rebelde con muchas causas.
Vivió al revés, como su nombre, que por decisión trastocó en Nicholas Ray, tal como pasaría al Olimpo de Hollywood por su labor como actor, guionista y director de hitos fílmicos:
Era hijo de un alcohólico luterano, que lo abandonó junto a sus tres hermanos. Fue su madre quien lo conectó con el mundo del espectáculo. Su niñez transcurrió a la vera del río Mississippi, en un pueblito de Wisconsin, donde vivió rodeado de amigos; entre ellos Joseph Losey, futuro director de cine.
Con solo 16 años presentó una serie radiofónica a una emisora local y obtuvo una beca para estudiar en la universidad que eligiera; así es como se matriculó en la de Chicago y en 1929 se unió al grupo de jóvenes que rodeaban al arquitecto Frank Lloyd Wright; de él aprendió los novedosos conceptos arquitectónicos que plasmaría en sus películas.
Los vientos del inconformismo lo arrastraron hacia Nueva York, adonde llegó con solo cien dólares; ahí probó la actuación en un grupo de teatro dirigido por Elia Kazan.
Durante varios años permaneció ligado a la radio, al punto que en 1941 fue auxiliar del director de
El tránsito actoral le deparó la amistad con Kazan, que en 1945 lo escogió como asistente para su primera película,
Inquieto en una industria conformista, demostró su talento con
Siguió con
Con Grahame tuvo a su hijo Tim. El matrimonio terminó mal; peor aún cuando Ray encontró en la cama a Gloria y a Anthony, de 13 años, nacido de su relación con Evans. El escándalo alcanzó proporciones bíblicas cuando, en 1960, Grahame se casó con el hijastro y tuvieron dos retoños; de manera que ella estableció una dudosa marca en Hollywood: tuvo hijos de los dos Ray.
El cineasta se casaría dos veces más: una con la actriz y bailarina Betty Utey y la última con Susan Schwartz en 1969, una estudiante de 18 años –el tenía 58– que escribió
Al principio de su carrera Ray hizo algunos filmes negros; siguió con otros de carácter comercial, como
Su estilo independiente le generó muchos conflictos y salió de RKO para dirigir sus propios proyectos, pero más bien cayó en un ostracismo profesional que lo alejó de las grandes producciones.
A pesar de ello filmó, en 1954,
Película a película, Ray irá desgranando su vida, y en cada una de ellas mostrará el héroe trágico que lo acompañó y lo convirtió en un hombre triste y adolorido. Del cineasta dijo Geoff Andrew, en
En un lugar solitario, de 1950, se había representado a sí mismo en el violento guionista Humphrey Bogart, que escribió para su amada, Gloria Grahame, el verso más bello del cine: “Nació cuando se conocieron, vivió en su primer beso, murió cuando se fue”. Ray era su propio prisionero, encadenado a la soledad y eso le hará perder, en la vida real, el amor de Gloria.
Cuando filmó
Lo mismo ocurrió con
La Warner Bros le había encargado llevar a la pantalla las investigaciones del doctor Robert Lindner, acerca de la conducta violenta de los adolescentes estadounidenses y su rechazo a los valores paternos.
Fiel a su rebeldía escogió a Dean y a una precoz Natalie Wood, de 16 años para protagonizar un filme icónico que crearía el mito del joven confuso y desorientado. Este haría que todos los “chavalillos” usaran una chaqueta roja, como Dean; los mismos que años antes lucían una camiseta blanca, al estilo de Marlon Brando en
Abatido por la perdida de su amigo Dean, tuvo un extenso período de confusión artística y comenzó su viaje hacia el abismo del alcoholismo, la ludopatía, el fracaso y la desesperación.
Los años 60 los vivirá como un transhumante, entre Estados Unidos y Europa. Además de filmar un par de películas complacientes,
Siguió su peregrinaje hacia París donde intentó, sin éxito, rodar una cinta sobre William Burke y su homónimo Hare,
Viajó por Checoslovaquia; vivió en la isla Sylt, en el Mar del Norte, una colonia naturista de la cual salía muy poco y en una de ellas filmó
Atrapado por su adicción al juego perdió su vasta colección de pinturas y quedó en la ruina. Para colmo, una embolia lo dejó tuerto.
De ese pozo lo sacó el Harpur College, de Nueva York, que lo contrató para el curso de teoría cinematográfica y el contacto con los jóvenes estudiantes le devolvió la esperanza. “Le gustaba la relación maestro-discípulo. No les imponía su autoridad. La enseñanza le hacía feliz, conectó con ellos porque tampoco tenía respuestas.” escribió Susan Schwartz.
Extenuado, con ayuda de sus alumnos filmó
Una vez que le diagnosticaron cáncer en el pulmón, en 1978, se volvió un bebedor y un jugador compulsivo.
Hasta el borde de la tumba lo persiguió el fracaso. Junto con Wim Wenders rodó su propia agonía en
Filmó 23 películas, entre 1947 y 1979, tan brillantes por las innovaciones escénicas y los temas inquietantes, que el patriarca de la “nouvelle vague”, Jean Luc Godard dijo: “El cine es Nicholas Ray”.
El cineasta murió el 16 de junio de 1979. En la última escena de