MARILYN MONROE; JOE DIMAGGIO Joe Dimaggio, baseball's famed "Yankee Clipper" and actress Marilyn Monroe, smile cheek to cheek as they wait patiently in Judge Charles Perry's chambers for their marriage ceremony in San Francisco, Calif., on January 14, 1954. The wedding climaxed a romance of more than a year. (AP Photo) (STF)
Para muchos solo fue un pedazo de carne, para otros la mujer más triste que habían conocido. Aunque era omnívora al escoger sus amantes, tuvo dos que alteraron su dieta: un deportista y un escritor.
Alegre como un par de castañuelas, Marilyn Monroe llevó la vida de un personaje de Charles Dickens; casi se ahoga a los dos años, a los seis escapó a una violación; a los nueve vivió en un orfanato y a los 16 trabajó en una fábrica de aviones. Ahí conoció a su primer marido, James Dougherty, un soldado enamorado del ejército al que solo le decía “papi”. Ese matrimonio solo fue una anécdota, concertado para salir de la tutela de su madre Gladys.
Cuando Marilyn se casó con Joe DiMaggio –el dios viviente del béisbol americano– y después con Arthur Miller –el paradigma literario estadounidense– bateó un jonrón de cuatro esquinas y entró al parnaso intelectual en un “juego perfecto”.
DiMaggio, ganador de nueve Series Mundiales con los Yankees y pulverizador de todo tipo de marca en ese deporte, era, como anotó The New York Times , “símbolo de excelencia, poder y caballerosidad.”
Los padres del bateador llegaron de Italia y se establecieron en California, donde nació Joe el 25 de noviembre de 1914. Creció en una familia beisbolera, eran nueve hermanos, y el patriarca quería que todos fueran pescadores como él, pero Joe tenía otras ideas y a los 16 años consiguió empleo en una embotelladora, más tarde en una fábrica de conservas y en los ratos libres jugaba al béisbol, en el muelle de San Francisco con sus hermanos Vince y Dominic.
A los 22 años los Yankees lo ficharon por $25 mil. Por su agilidad el comentarista Arch McDonald lo apodó “Yankee Clipper”, un tipo de velero muy rápido. Ya era una celebridad cuando se casó, en 1937, con la actriz Dorothy Arnold; 20 mil fanáticos colmaron las calles para vitorearlo.
Con el número cinco en la espalda jugó 13 temporadas seguidas y estableció –entre mayo y julio de 1941– la imbatible marca de 56 juegos consecutivos con al menos un hit. En lugar de premiarlo, el gerente de los Yankees, Ed Barrow, propuso rebajarle $2.500 en el salario. Para 1949 firmó un contrato por $100 mil, el más elevado de toda la historia, reseñó Richard Havers en Marilyn.
Mientras DiMaggio estaba en la suyas, otra vida latía paralela: la de Arthur Miller, un clásico viviente de la literatura norteamericana, dramaturgo consumado y un activista social que mostró en sus obras el lado oscuro del sueño americano.
Miller era hijo de una acomodada familia de judíos polacos; nació en Manhattan el 17 de octubre de 1915 y vivió sin angustias económicas, hasta que la Gran Depresión de 1929 arruinó el próspero negocio textilero de su padre.
Para pagar sus estudios de periodismo, en la Universidad de Michigan, trabajó en un almacén de repuestos de auto; en ocasiones escribió guiones radiofónicos.
En Escritores de cine , José María Aresté anotó que el teatro fascinó a Miller: “Apreciaba su realismo, su capacidad de transmitir ideas sobre el mundo y quería utilizarlo para cambiar el estado de las cosas”.
Su primera obra Un hombre con mucha suerte fue un fracaso, con apenas cuatro representaciones. En 1947 alcanzó notoriedad con Todos eran mis hijos , pero la inmortalidad le sobrevendría con dos piezas: Muerte de un viajante, en 1949, y Las brujas de Salem , de 1953, alegato contra las persecuciones orquestadas por el macarthismo en los años 50 del siglo XX.
A los 25 años se casó con Mary Slattery, la hija de un vendedor de seguros, con quien tuvo dos niños, Jane y Robert. Su tercera mujer sería la fotógrafa Inge Moraht. De los dos hijos que tuvieron uno nació con Síndrome de Down; a los pocos días fue enviado a un sanatorio y él nunca mostró mayor interés por la criatura.
El hombre impasible
Dios los cría y el diablo los junta. Marilyn y DiMaggio se conocieron en el restaurante Villa Nova, en Sunset Strip. Desde ese día el beisbolista la bombardeó con flores, halagos, llamadas y mimos, hasta que la convenció de casarse con él, previo abandono de la sufrida Dorothy, dedicada a su hogar y a la crianza del pequeño Joe.
La Navidad de 1953 la pasaron juntos en la casa familiar de DiMaggio; él le regaló un abrigo de visón y ella una copia de los desnudos que publicó Playboy ese año y que ocasionaron un sonado escándalo.
A pesar de los malos augurios se casaron el 14 de enero de 1954 en la “Boda del siglo”, según la nube de periodistas y curiosos que los persiguió hasta que se fueron de luna de miel a Japón.
Aunque Joe quería tener un hijo y Marilyn seis, aseguró la prensa, apenas tuvieron tiempo de conocerse porque nueve meses después se divorciaron. De acuerdo con la revista sensacionalista Confidential , la razón fueron las infidelidades de la actriz.
La verdad pudo ser el temperamento italiano de DiMaggio, celoso, dominante, violento a veces; criticaba la ropa ajustada de su mujer, nunca iba a los estrenos de las películas porque no soportaba que otros hombre la vieran y la desearan. El quería una ama de casa que le cocinara y lo esperara con las pantuflas en la puerta.
Aquella secuencia erótica de La tentación vive arriba , con Marilyn mostrando todos sus encantos, desequilibró a Joe y hasta ahí le llegó la paciencia. El 6 de octubre de 1954 se anunció la separación.
Pero la historia siguió. Ella siempre mantuvo la relación y lo consultaba con frecuencia en sus depresiones; los rumores tras su muerte afirmaban que fue la última persona a la que intentó llamar, la fatídica madrugada del 5 de agosto de 1962.
El funeral de Marilyn lo organizó DiMaggio, no permitió el ingreso de ninguna de las luminarias de Hollywood; tres veces a la semana enviaba rosas a su tumba y siempre sostuvo que los hermanos Kennedy, John y Robert, habían ordenado su muerte, sentenció el libro de su abogado Morris Engelberg, Poniendo las cosas en su lugar.
Cabeza y belleza
El director Elia Kazan llegó un día, a mediados de 1950, al estudio donde Marilyn rodaba As young as you feel en el papel de Harriet, una secretaria. Lo acompañaba el escritor Arthur Miller y cuando ambos se vieron hicieron “clic”.
Miller estaba casado, era un escritor serio, un intelectual de la élite judía y la Monroe era superficial, frívola y su imagen era pasto frecuente de la prensa amarillista.
Durante cinco años mantuvieron una relación discreta, porque Miller quería separarse amigablemente de su mujer. Mientras, Marilyn desarrolló una fuerte dependencia paternal, tanto que lo llamaba “Papá” y él le decía “Hija mía”.
“A Miller le cautivó la naturalidad de Marilyn, sus deseos de aprender, su inocencia, su fragilidad, su risa” apuntó el escritor José María Aresté.
La diva lo admiraba, era una relación maestro-alumna. “Lee lo libros que él le recomienda, encuentra un apoyo incondicional en él; hablan por teléfono, se escriben cartas'” señaló Jonio González en Monroe.
El 1 de julio de 1956 sellaron su compromiso, que duró tres años y medio; fue la más larga y estable de cuantos tuvo la estrella. “Por primera vez tengo la sensación de estar protegida” aseguró a los periodistas.
Los primeros años la pasaron muy bien, pero las diferencias eran abismales. Para la prensa “el cerebro se casó con el cuerpo; el cabeza de huevo –el inteligente– con el reloj de arena” comentó González. Ella se aburría en la casa mientras él escribía; ella lloraba, él no le prestaba atención.
El fugaz romance de Marilyn con el actor Yves Montand; el alcoholismo, las continuas humillaciones hacia Miller y las crisis de personalidad acabaron con el matrimonio.
Miller apenas pudo creer que ella había muerto y escribió Después de la caída , para aclarar su relación con Marilyn; más tarde –en su autobiografía– la recordó con ternura como “aquella muchacha de oro” de la que había sido su amigo, su cómplice, su esposo y su padre.
La vida de DiMaggio y Miller jamás volvió a ser igual. Según Vanity Fair, el pelotero antes de morir, en 1999, dijo: “Finalmente volveré a ver a Marilyn”. Miller murió en el 2005 y el anillo de bodas con Marilyn decía: “Ahora es para siempre”. 1