Coincido con el Maestro Marvin Araya cuando dice que estos conciertos de la Filarmónica con artistas de renombre internacional, ustedes ya saben cuales, son un tributo a su trayectoria, la de los artistas.
No creo que haya en el mundo hispanoparlante un país que brinde a grandes artistas internacionales así, de buenas y a primeras, la oportunidad de cantar acompañados por el gran formato instrumental; incluyendo además la posibilidad de realizar una grabación y lanzarla al mercado como ya ha sucedido.
Una bondad más que emitimos al mundo desde nuestro pequeño territorio donde la música, cada día que pasa, aumenta su influencia en nuestros espíritus.
Un ejemplo de ello y en una misma semana: Megadeth, Sabina, Pueyrredón y la Filarmónica, una noche con Max Goldenberg en el Centro Cultural Español y la final de futbol, todos a lleno total. O sea, un país donde se aprecia la música y el mal futbol. No podemos ser perfectos.
El concierto de la Filarmónica con César Pueyrredón, la voz del ya desaparecido grupo argentino Banana y responsable de la autoría de los mejores temas que dio este cuarteto al mundo de su tiempo, no ha sido el concierto más trascendental, desde un punto de vista musical, que haya hecho nuestra orquesta.
Sin embargo eso no significa que careció de emociones y valores sonoros relevantes.
Pueyrredón no es precisamente un gran atractivo escénico. Para mi gusto resulta algo insípido y tieso, de baja expresividad y poco argumento histriónico.
Lo salvaron su honestidad y capacidad de entrega al hecho artístico y a ello sumo la simpleza de ser que caracteriza a quienes han hecho canciones que superan el paso del tiempo.
Notables algunos de los arreglos de Bernado Quesada. Mis favoritos quedaron impresos en
Las introducciones al tema, cosa en la que Bernardo es célebre, en esta ocasión fueron claves para provocar el asombro y la más impresionante fue la que antecedió la línea melódica principal de
Causante del buen impacto entre el público fue la correcta amplificación de la orquesta y el intérprete. El responsable de ello, Elías Arias, definitivamente viene realizando muy buen trabajo en la proyección sonora del gran formato instrumental.
Aunque gran parte del sonido de nostalgia se perdió al existir tanto instrumento hay que reconocerle a César Pueyrredón el talento que tuvo para crear canciones que sobreviven a la hoguera de las vanidades. La felicidad, como bien lo dijo él, viene y va. Estoy seguro de que disfrutó este momento patrocinado por un pueblo que, antes de la minería, ya tenía el corazón a cielo abierto.
Y antes de que nos abramos a más cosas ojalá que en el Auditorio Nacional instalen aire acondicionado, un detalle que falta para que este sea el mejor lugar con el fin de disfrutar un espectáculo.