Tenemos en casa un recién nacido. Evidentemente, las implicaciones son muchas, y siempre vienen en ‘combo’: Las trasnochadas, los cólicos, las arrulladas, las primeras sonrisas, el llanto que va de acuerdo con su estado de ánimo, los dolores de espalda, la fortaleza en los brazos pues cada día pesan un poco más, las canciones prefabricadas e inventadas para intentar calmar su impaciencia, el baño en tina con agua tibia, los pañales, las cremitas, la ropita que estrenó ayer y hoy ya no le queda, hasta los zapatitos que le regaló mi papá, con talla de 1 a 3 meses. En las suelas traen bolitas antideslizantes, como si el bebé fuera a salir corriendo'
A mí, me avergüenza decir que estoy trasnochado. Es mi esposa quien carga sobre sus hombros, todo el peso de levantarse cada vez que el bebé llora, o se queja en las madrugadas porque tiene hambre. En los primeros días, cuando empezaba a comer, puesto que estaba medio dormido, al sentirse en brazos de su madre, caía rápidamente rendido por el sueño y comía muy poco y pronto se despertaba llorando de nuevo, otra vez con hambre. Por suerte ya mi esposa lo ha ido disciplinando y cada vez sus horas de sueño se extienden, y por ende, también las nuestras. Decía que me avergonzaba, pues como ven, yo no hago prácticamente nada. Bueno sí: cada vez que mi hijo llora, yo me despierto, y cada vez, intento levantarme, e incorporarme para ayudar, pero no logro mover ni un dedo. Es decir, ¿¡chingo ‘e esposo y papá colaborador!?
La mamá. Imagino que muchos hombres viven una experiencia similar a la mía, o al menos ese es mi consuelo. Se da siempre el caso de que es la mamá quien desarrolla ese vínculo con el bebé, ojalá con leche materna de por medio, que nosotros no podemos igualar. Y en todo caso, los hombres con los recién nacidos, nos convertimos como en utileros de nuestras esposas y parejas: ‘páseme la cremita’, ‘tráigame un pañito’, ‘vaya a comprar pañales’. Yo alzo al bebé, le hablo, le sonrío, le cuento historias, le canto; el vecino arruga la cara cada vez que canto. Pero cuando se acerca la mamá, el bebé la siente, su sentido extrasensorial la percibe y cambia su fisonomía: si está tranquilo muestra una clara sonrisa, y si tiene hambre inicia su llanto quejumbroso e impaciente que le dice: ‘mamá ,¿dónde estabas que tengo hambre?’.
Este tipo de reacciones en el bebé son generadas por la entrega, la devoción, el cariño, el cuidado, que solo una madre puede dar, en una palabra: amor. E imagino, con certeza, que aquí sí hay miles de mujeres que se sienten reflejadas con este amor puro que, al igual que mi esposa, las impulsa a dar lo mejor de sí, para que sus bebitos crezcan cada día más sanos, más fuertes, más bellos.
Los cuentos. Por otra parte, está nuestro hijo mayor, quien pronto cumplirá siete años. Hemos intentado manejar el tema de los celos con cuidado y mesura, de forma tal que no se sienta relegado a un segundo plano. Por momentos se le ha hecho difícil, pues su mamá está muy al pendiente del hermanito menor, y él sabe que, a diferencia de los últimos seis años, ahora debe compartir a su mamita con el hermanito nuevo. Por suerte hemos visto cómo poco a poco, da cada vez más muestras de aceptación, al acercarse y hablarle con cariño al bebé.
Yo trato de estar con él todo el tiempo posible y cada noche, antes de dormir, le leo un cuento para irlo disciplinando con la lectura, y de paso, compartir con él algunos minutos en donde conversamos también de esas cosas que le suceden en la escuela. En algunas ocasiones, mi hijo mayor se despierta de madrugada, e intenta venir a dormir con nosotros. Yo siempre me levanto y lo llevo de vuelta a su camita, explicándole con cariño, puesto que sigue dormido, como sonámbulo, que ya es un niño grande y que debe dormir en su propio cuarto. Pero la noche de este martes, sucedió algo que es para mí precioso y quería compartir con ustedes.
Ese momento A eso de la 1:30 a. m., escuché cuando sus pasitos venían hacia nosotros. Ya me aprestaba a levantarme, cuando vi que entró a nuestra habitación, caminó hacia mi esposa, se acercó a ella, le dio un beso en la mejilla, y le dijo: “te amo, mami”. Dio media vuelta, y se fue de nuevo a dormir. En ese momento supe que tenía que escribir este artículo. Y espero que este amor, este tipo de manifestaciones de los hijos hacia las madres, nos mueva hoy a decirles a ellas cuanto las amamos. Yo, lo haré con la mía.