Hay secretos que se adhieren a los árboles y a las rocas de los ríos. En la cordillera de Talamanca son húmedos, y conocerlos requiere una caminata de 16 km con una diferencia de elevación de 1,2 km.
Con la mochila al hombro, 15 investigadores del Museo Británico de Historia Natural, del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio) y de la Universidad Estatal a Distancia (UNED) se adentraron por 13 días en el valle El Silencio.
Este valle se encuentra a 2.550 metros sobre el nivel del mar, en la cúspide de la cordillera, en el lado Caribe. Su temperatura varía entre los 25 ° C (día) y 3 ° C (noche).
En ese remoto lugar, un organismo –que para el ojo no experto podría hacerse pasar por una costra en los árboles y rocas– permite medir parámetros de calidad ambiental, como el flujo de agua que facilita el riego en la agricultura.
Esos organismos son los líquenes y están constituidos por la asociación de un hongo y un alga que tienen una relación de beneficio mutuo (simbiosis). Por un lado, el hongo sirve de “casa” al alga, y esta lo provee de alimento.
En total, los investigadores recolectaron 1.200 muestras de plantas; de estas, 600 son líquenes. Se calcula que se tienen unas 200 especies de este tipo de organismo.
Historia de aire. Aunque se debe realizar el trabajo de identificación y descripción de las muestras recolectadas, Holger Thus –botánico y curador del herbario del Museo Británico– asegura que hay unas 10 especies de líquenes que son nuevas para Costa Rica.
Sin embargo, eso no fue lo que intrigó al experto. “En el valle El Silencio hay líquenes que son característicos de elevaciones mucho más altas, como los páramos europeos”, comentó Thus.
Por su posición geográfica, el valle es influido por los vientos alisios que vienen del Caribe, los cuales no solo causan que la temperatura descienda, sino que este sea un sitio muy húmedo.
“Lo interesante es saber si este valle es una excepción o si hay otros lugares similares en la cordillera de Talamanca”, dijo Thus.
La razón es ecológica: el aire fresco es importante para evitar condiciones desérticas, las cuales pondrían en jaque a la agricultura.
Asimismo, la fuerza de los vientos hace que los árboles caigan y se abran claros en el bosque, lo cual propicia la presencia de otros tipos de líquenes.
“Su presencia indica que son sitios en regeneración, y también se pueden encontrar otros donde el bosque es más viejo. Esto nos dice el estado en que está el bosque”, dijo Frank González, botánico y coordinador del herbario del INBio.
Asimismo, los líquenes de los alrededores de los cultivos de piña y cerca de los límites del Parque Nacional La Amistad (PILA) permitirían alertar sobre contaminación por pesticidas.
“Los cultivos de piña han ido creciendo en la región, y los pesticidas podrían ser arrastrados por las corrientes de viento hasta depositarse en la vegetación autóctona del parque”, comentó González.
“A la fecha no hay evidencia de impacto, pero con los líquenes como bioindicadores podríamos saber no solo si hay arrastre, sino en qué partes y hasta cuál distancia llegan”, agregó Thus.
Historia de agua. En el valle El Silencio, los bosques de robles son refugio de tipos específicos de líquenes que ya han mermado en otras partes del país.
“Puedo confirmar que esos líquenes sí están y que hay una gran diversidad”, dijo Thus.
Además, las ramas de los robles y el suelo están cubiertos por un espeso musgo. “En algunos puntos, la capa de musgo puede alcanzar hasta los dos metros desde el suelo”, detalló González.
Este musgo funciona como una esponja que captura el agua durante las fuertes lluvias y va liberándola poco a poco a la cuenca del río Terbi. Esto ayuda a regular el flujo de agua que nutre las plantaciones agrícolas cercanas.
Dentro del río también hay líquenes, pero son poco estudiados. “Estos cuentan una historia sobre el movimiento de los sedimentos y las piedras para conocer la estabilidad del río”, dijo Thus.
González dio más detalles: “Con ciertas especies de líquenes, que crecen sobre las piedras, se puede saber si estos ríos ofrecen un potencial riesgo para las poblaciones que están en sitios más abajo en la montaña”.
El movimiento de piedras afecta a los líquenes: unas especies aparecen y otras desaparecen, lo cual permite saber si es usual que ese río tengan crecidas que pondrían ser peligrosas.