“En 1998, estaba de gira con Danzaú en Xalapa, México, una ciudad encantadora llena de cuestas. Una noche nos fuimos de juerga Mainor, un colega, y dos bailarinas de allí, Rossana y Magaly, quien tenía un
“Hace unos años, mi papá trasladaba a mi mamá a la escuela donde impartía clases. Sin embargo, un día de tantos me tocó asumir el traslado; aunque con algunos inconvenientes, como que tenía 15 años y no contaba con licencia. Durante nuestro recorrido teníamos que pasar el antiguo puente entre Calle Fallas de Desamparados y San Rafael Abajo, que tenía una cuesta muy pronunciada de regreso a mi casa. Para que yo me sintiera con valor, mi abuelito me acompañó, aunque él nunca ha conducido un automóvil. El recorrido de ida nos salió muy bien; el problema fue de regreso. Cuando traté de subir la cuestita, no lo logré. A la mitad se me apagó el carro y no hubo forma de que arrancara nuevamente. Pero claro, ahí estaba mi abuelito para sacarme del apuro. Se bajó del carro y se fue donde el chofer de atrás a solicitarle su colaboración. El señor arrancó el carro sin mayor problema y lo subió hasta lo más arriba que pudo para siguiéramos nuestro camino. Continué como a 20 kilómetros por hora para salir del susto; pero siempre con la compañía de mi abuelo que tanto me ayudó”.