EscucharNo existe en la historia época alguna que evite senderos perversos, de manipulación y engaño. Tal circunstancia la acompaña como su sombra. Carmen Aristegui, en su último libro de entrevistas titulado Marcial Maciel: Historia de un criminal, nos invita a incursionar en uno de esos sitios.
El contenido de la obra analiza la vida delictiva del fundador de los Legionarios de Cristo, que comprende desde abusos sexuales a menores de edad, pasando por prácticas mafiosas para asegurarse la impunidad y la transferencia de sumas multimillonarias de dinero, que él utilizaba sin control ni contabilidad, hasta llegar a gestar el maridaje protector de las más altas jerarquías, lo que le permitió crear una estructura organizativa y un modo de operación a su medida, regido por la ley del silencio típica de las mafias.
No sorprende, entonces, que a pesar de la información disponible sobre la vida criminal de Maciel, se le defendiera y presentara como modelo a seguir por la juventud, ejemplo de virtudes y de respeto a la familia y a la integridad de las personas. El silencio estaba de su parte.
¿Cómo fue posible que la estructura inspirada por Maciel (empresarial, religiosa, pederasta y mafiosa) pudiese formarse, desarrollarse, reproducirse y protegerse durante décadas? De seguro existían condiciones previas que lo permitieron. La opinión de Macha Chmakoff, psicóloga y psicoanalista, en el sentido de que Maciel padecía de una división del yo sobre cuya base desarrolló dos personalidades, una al lado de la otra, constituye un punto de partida para explicar los modos como se coordinaron las dinámicas organizacionales, la vida psíquica de las personas y los comportamientos criminales del fundador.
Aristegui ofrece 16 entrevistas cuyos contenidos contribuyen al análisis del tema indicado, incluyendo los testimonios claves de Alberto Athié, José Barba, Saúl Barrales, Miguel Ángel Díaz, Flora Garza Barragán, Andrea González, Fernando González, Juan José Vaca, Arturo Jurado, José Antonio Pérez Olvera y la familia González Lara, acompañados de las reflexiones expertas de Jeff R. Anderson, Bernardo Barranco, Roberto Blancarte, Fernando González y Lucila Servitje, además de una entrevista con Jason Berry, quien junto con Gerald Renner escribió el reportaje que detonó la cobertura periodística de la historia de Maciel y su organización, y un anexo con cartas, comunicados, declaraciones y otros documentos claves para entender lo ocurrido y el estado actual de la situación.
¿Es posible la justicia? Todo el contenido del libro de Aristegui busca determinar si aún es posible la justicia y la reparación, o si estamos en presencia de alguna estrategia para presentar a Maciel como un criminal solitario, aislado, al tiempo que se deja intacta la estructura organizacional, se olvidan las posibles complicidades y corresponsabilidades, y se administran mejor propiedades y dineros.
Alberto Athié lo advierte con claridad cuando recuerda las palabras de Juan Manuel Amenábar poco tiempo antes de morir: “Perdono, Alberto, perdono, pero pido justicia”. “Marcial Maciel – explica Aristegui – contó con la ayuda, la complacencia y la complicidad de muchos'” (pág. 17).
Durante años pretendieron hacer creer que los periodistas, la maldad de los denunciantes y las conspiraciones judía, masónica y comunista, habían inventado falsedades para desprestigiar y destruir a Maciel, pero los hechos –que son tercos– y, sobre todo, la dignidad y valentía de las víctimas, lograron derrotar el secretismo y el cinismo.
Aristegui, en la introducción, coincide con algunos de sus entrevistados, al valorar como muy positivos los esfuerzos por abrir y hacer avanzar la investigación sobre el caso de los legionarios – y no solo de ellos–. Este es, sin duda, un mérito perdurable e histórico; sin embargo, lo logrado hasta el momento es insuficiente y está limitado debido a la responsabilidad compartida en la comisión de los delitos o en su encubrimiento.
Quienes ahora impulsan las investigaciones se topan consigo mismos cuando en otros momentos y décadas, guardaron silencio, obedecieron a otra instancia o decidieron no abrir el caso. Tal circunstancia –como se deriva del conjunto de las entrevistas–, determina el ámbito de acción posible y establece un límite más allá del cual es imposible avanzar.
Persona y organización. Por otra parte –volviendo a lo dicho por Macha Chmakoff– si bien existe una dimensión individual que permite comprender el comportamiento criminal y la doble personalidad de Maciel, esto no disminuye la influencia perniciosa asociada a las estructuras organizacionales, formas de operación y patrones mentales colectivos.
Cuando se habla, por ejemplo, de podredumbre interna, la referencia no se dirige solo a la culpabilidad individual, sino que cubre aspectos de cultura organizacional y corresponsabilidad personal. Tienen razón, desde este ángulo de visión, quienes denuncian una apologética hipócrita, simplona y encubridora que pretende reducir el caso de los legionarios –y otros– tan solo a las conductas inapropiadas – enfermas y criminales– de los individuos y a la supuesta conspiración de los periodistas. En tal tesitura se pierde el sentido renovador de la crítica y la autocrítica, hasta sucumbir en un doble discurso no muy distinto a la doble personalidad de Maciel.
Es básico explicar, junto al aspecto individual, “'cómo la perversidad surge del modelo estructural'” (Entrevista de Aristegui a Bernardo Barranco, pág. 90) y de la vida mental y emocional de las personas que lo crean y acompañan. El análisis del tipo de organización y de la cultura organizacional que oculta, favorece y nutre la criminalidad, es cardinal. Abordar estos asuntos equivale a una reingeniería de fondo. ¿Será posible? Quizás, tal vez, quién sabe'
El libro de Aristegui es una obra importante que aporta información y conocimientos. Sus páginas y el testimonio de las víctimas exigen justicia, no camuflaje. En mi caso, me condujeron a considerar las condiciones de validez del juicio moral, escrutarlo tanto en su dimensión individual como institucional, y relacionarlo al poder, a la justicia, la credibilidad y la confianza en la circunstancia de una sociedad cada vez más urbana, diversa y exigente; pero estos temas ameritan otros comentarios, sobre otros asuntos, que espero compartir en el futuro.
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