En una leyenda originaria de Lituania, y que con variaciones aparece en “Cuentos populares italianos del siglo XIX”, de Italo Calvino, un hermano envidioso se gana una joroba por haberle agregado al canto de las brujas la frase “domingo siete”. Hoy es el primer domingo 7 (el segundo será el 7 del mes 7) del año 13 del siglo 21, y este último número es el resultado de multiplicar 3 por 7, todo lo cual podría prestarse para cábalas, ya que el 13 se considera el número de la mala suerte y tanto el 3 como el 7 se reputan, en diferentes religiones, de ser el de la buena estrella. Pero esas son tonterías. En honor a la fecha, vamos a salir hoy con un domingo 7, no accidental como el de la leyenda sino deliberado.
Para ello piratearemos una observación enviada via correo electrónico por un eminente economista amigo.
Como réplica a un ingenuo -o talvez no tan ingenuo- denostador de quienes no quieren saber nada de los partidos políticos costarricenses, este economista sugiere que las dirigencias de algunos de tales partidos son clanes de hienas que marchan olfateando la huella de un apetitoso mastodonte: la deuda política, prometedora mole de carne fresca que constará esta vez de unos 44 mil millones de colones listos para ser despilfarrados -y bien conocemos el significado, en ese ámbito, del verbo despilfarrar- en seis meses de una contienda electoral que ya podría darse por decidida. Nuestro amigo lo dice de manera bastante menos gentil, pero muy demostrativa de que esa es la razón por la que han aparecido en nuestro panorama electoral tantos candidatos, candidatuelos y pegabanderas que corren desaforados, pese a que se enrumban hacia una derrota segura -¿o negociada por debajo?-, para arrancarle piltrafas a una presa cuyas mejores porciones serán engullidas por otras fieras mucho más colmilludas que ellos.
Sin embargo, omitió comentar que este fenómeno carroñero no es nada nuevo en Costa Rica. En otro tiempo no muy lejano nos llamaba la atención la existencia, bajo el alero de un bufete allegado a los dirigentes de un partido político, de una agencia de publicidad que solo daba señales de vida durante las campañas electorales y se dedicaba exclusivamente -nada de publicidad de bancos, ni de autos, ni de jabones- a “llevar la cuenta publicitaria” del partido.
Así que, ya desde entonces, uno de los propósitos más importantes de cada campaña electoral parece ser la repartición de ganancias entre tahúres acreditados, por lo que quizás en el Tribunal Supremo de Elecciones deberían figurar varios crupieres reclutados dentro de los abundantes casinos de la capital.