Amenazados por las agujas del reloj, los negociadores centroamericanos y europeos parecían protagonizar ayer un juego de resistencia en la sede del Ministerio de Economía español.
Este fin de semana, negociaron día y noche, en un intento por concretar sus intereses en un texto que España, presidente temporal de la unión de 27 países europeos, pretende ofrecer como logro en la Cumbre UE-América Latina programada para iniciarse hoy.
Autoridades técnicas y políticas estaban ayer conscientes de que la jornada era histórica: o se firma el Acuerdo en esta cumbre o pasarán muchos años antes de que Centroamérica vuelva a captar el interés de la UE, estresada ahora por una fuerte crisis de su moneda y de sus presupuestos.
“Es casi un ‘ahora o nunca ’, pero sé que ninguno de los dos bloque quiere cargar con el costo que significaría la decisión de no cruzar el puente después de haberlo construido”, dijo el canciller costarricense, René Castro, acerca de un proceso que cumple casi cuatro años.
La presión del tiempo explica por qué la ministra de Comercio Exterior, Anabel González, y su viceministro, Fernando Ocampo, llevaban comida para almorzar, ayer, a las 5 p. m., en el paseo de La Castellana, frente al Ministerio.
Pese al desgaste, cuando llegaron al hotel en uno de los recesos, Chinchilla alabó la apariencia de ambos, aunque Ocampo no podía ocultar sus ojos hinchados por la falta de sueño. Como él estaban casi 30 representantes de Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala, además de sus contrapartes europeas.
El arancel para bananos, la cantidad de queso y leche en polvo, las cuotas de productos textiles, el origen geográfico de varios productos, el planteamiento general sobre migración, posibles fondos para donaciones' La “cocina” todavía hervía, mientras los presidentes se acercaban ya a la mesa.
La mandataria, en su primer viaje como tal, pensaba dar por un hecho, en su exposición, la ventaja de la economía de Costa Rica de poder llevar productos desgravados a los tres mercados más grandes del mundo: Estados Unidos, China (con un TLC firmado pero pendiente de ratificación) y, claro, la UE.
“Es un esfuerzo muy grande. Confiamos en que podamos irnos con ese acuerdo firmado”, dijo ayer la Presidenta tras aterrizar acompañada de dos asistentes y una delegación de representantes de empresarios, del solidarismo y una sindicalista.
La Unión Europea insiste en presentar este tratado como un acuerdo que trasciende lo comercial, incluidos aspectos políticos y de cooperación que tocan los intereses de muchos sectores, no solo los empresariales.
Sería este, además, el primer tratado en establecerse entre dos regiones pues la mayoría se ha firmado entre países o entre uno de estos y solo un bloque.
Esta multiplicidad de voces explica por qué todavía ayer había “platos crudos” en la mesa de negociación. Cada nueva propuesta había que consensuarla con el resto del bloque, presentarla a la contraparte, esperar a que cada miembro “rival” la conociera, cruzar los dedos para que se pusiesen de acuerdo y ver la respuesta final, que muchas veces fue “no”.
“Veo señales positivas”, dijo a la medianoche el jefe negociador de Costa Rica, Roberto Echandi, pero de inmediato advirtió que la conversación seguiría hasta el amanecer. Solo a la luz del Sol se podría ver si los signos eran correctos.