Isidro Con Wong, pintor y escultor costarricense de origen chino. Retratos en su taller en Pavas, de la embajada americana 100 sur y 600 oeste, Condominio Industrial, local #35. Jueves 20 de enero del 2011. Fotografa : Jose Daz/La Nacin. (Jose Daz)
Artista siempre fue desde que trazaba estrellas fugaces en las playas de su natal Puntarenas, mas tuvo que esperar 40 años antes de poder entregarse a su obra y dar a conocer su nombre: Isidro Con Wong.
Al cumplir 80 años, el 25 de febrero, Isidro Con comprobó satisfecho que durante la mitad de su vida ha logrado liberar aquel mundo mágico que mantenía en su interior y que hoy nutre su abundante creación pictórica y escultórica.
Nieto de inmigrantes originarios de Zhongshan (China), de 1949 a 1951 vivió en Macao y Hong Kong. Al regresar a Costa Rica, don Isidro se estableció de nuevo en Puntarenas y trabajó en el golfo de Nicoya. Durante cuatro décadas, inhibió su pasión por el arte para complacer a su padre, quien lo instruyó en los oficios de comerciante, ganadero, pescador y zapatero.
“De niño quería pintar y ser compositor; deseaba tener una guitarra, una marimba y lápices de color, pero mi padre decía que eso era una vagabundería y que debía trabajar”, recuerda don Isidro.
Aquel no fue tiempo perdido para Wu Kwan Wei, nombre del artista en chino. Durante su juventud agudizó su mirada y absorbió los colores de la tierra guanacasteca que lo cautivó, acumulando tanto deseo por pintar que no pudo contenerlo más y se desbordó en el lienzo. Este fue su renacer, el nacimiento de su carrera.
“He pintado a Guanacaste como nadie más lo ha hecho: con una mirada profunda que retrata el esplendor de esa tierra, de su ganado y de su naturaleza generosa. Creo que este es mi principal legado para Costa Rica y para mi pueblo”, manifiesta.
En su “maravilloso mundo” –como él lo describe– confluye su herencia oriental con los elementos del trópico en una armonía expresiva que se inscribe dentro del realismo mágico. No es algo que se haya propuesto, según dice: es una simbiosis que surge de manera espontánea.
Algunos catalogan su estilo como
“Al ser autodidacta he tenido la libertad de hacer lo que me da la gana: me he dado licencias que la academia no permite. No pinto para que me aplaudan o me entiendan; lo hago por la necesidad interior de expresarme. Mi obra invita a la meditación y es para personas sensibles, que saben observar con el alma”, añade.
Con sencillez, don Isidro se alegra por haber recibido varias distinciones y por contar con público que aprecia su obra tanto en Costa Rica como en otros países.
Desde 1979, Con ha participado en 17 muestras individuales y 29 colectivas, y sus creaciones están en manos de coleccionistas en Europa, Asia y América. También se enorgullece de ser miembro de honor de la Sociedad Mesoamericana Náhualt y de la Academia Europea de Ciencias, Artes y Letras, con sede en Niza (Francia).
Al repasar su vida, recuerda que siempre contó con el respaldo de su madre y de su “abuelo colorado”, a quien llamaba así por su rostro bronceado. Ellos lo animaron a seguir su vocación desde que era un niño y dibujaba, en la arena, los astros efímeros que el mar pronto borraba.
Otros dos personajes fueron claves para impulsar su carrera: un anciano indígena que alimentó su imaginación al narrarle historias fantásticas, y un sacerdote que lo convenció de que lo suyo era un don que no debía desaprovecharse.
“Cuando ese sacerdote me dijo que Dios me había dado el don de pintar y que debía multiplicarlo, se me quitó el complejo de que el arte era una vagabundería –como me decía mi padre– y supe que yo podía vivir de eso”, añade.
Quizá el apoyo que más agradece es el de su esposa, la nicoyana Annia Matarrita, quien crio a sus tres hijos y sacó adelante el negocio de zapatería que ambos tenían, mientras él se dedicaba a cultivar la obra que inició de manera tardía.
Hace tres décadas, la familia se trasladó de Puntarenas a Santa Ana (San José), para que los hijos estudiasen en la capital, pero constantemente viajan a la finca que mantienen en Guacalillo, donde el artista renueva su inspiración.
Con 54 años de casado, ocho nietos y un bisnieto, Isidro Con disfruta con su familia los frutos de su trabajo. Ellos lo ayudaron también a sobrellevar el trago amargo tras el robo de varias obras que sufrió hace un año, con pérdidas millonarias. Aún no ha recuperado nada.
isidroconwong.com
Sus más recientes muestras se presentaron en julio y agosto del 2010 en una galería de Nueva York y en dos museos de arte hispanoamericano en Los Ángeles (Estados Unidos), donde exhibió acrílicos y esculturas de bronce.
También ha participado en la organización de la Feria Internacional Arte Hoy, en Escazú, y en una iniciativa que abre un espacio para el arte en las fiestas cívicas de Palmares.
“Es muy importante la labor de promoción cultural para acercar el arte a la gente; el pueblo merece disfrutar más de toda la riqueza artística que hay en Costa Rica. Esto nos ayuda a crecer como personas y como país”, expresa.
Al cumplir 80 años, Isidro Con Wong asegura que todavía no ha realizado su mejor obra, por lo que seguirá trabajando hasta lograrlo. “Me falta camino para llegar a la meta; me gusta el reto de pensar que puedo hacer algo cada vez mejor. Si llego a los cien años y todavía puedo pintar, seguiré haciéndolo”, concluye el artista.