La especie humana comenzó a vivir más años que otros primates gracias al rol que cumplieron las abuelas alimentando las crías.
Así lo concluye un estudio con modelos computacionales realizado por investigadores de la Universidad de Utah, EE. UU.
Las chimpancés hembra rara vez viven más allá del periodo en que finalizan la crianza de las crías, que son unos 30 o 40 años. En cambio, las mujeres suelen vivir décadas después de sus años fértiles.
Las abuelas marcan la diferencia, explica la antropóloga Kristen Hawkes. Cuando ayudaron a alimentar a los nietos, después del destete, las hijas pudieron engendrar más hijos. Al permitir a sus hijas tener más hijos, unas pocas hembras ancestrales, que vivieron el tiempo suficiente para llegar a ser abuelas, pasaron sus genes de la longevidad a sus descendientes.
Un modelo computacional acaba de validar esta teoría, según se explicó en un artículo en Proceedings of the Royal Society B.
Con él se demostró que los cuidados de las abuelas a sus nietos pueden aumentar hasta en 49 años la esperanza de vida de los chimpancés en un periodo evolutivo relativamente corto, de unos 25.000 a 60.000 años.
Durante la evolución humana en África, específicamente durante los últimos dos millones de años, el ambiente se volvió más seco y los bosques disminuyeron.
“Las madres tenían dos opciones: seguir a los bosques, donde había comida que los infantes destetados podrían recoger, o seguir alimentando los niños tras el destete, lo cual es un problema porque no se puede tener un niño mientras se está cuidando de otro”, explicó Hawkes.
Esta situación abrió una ventana de oportunidad de ayudar a cuidar las crías para las hembras que habían finalizado la maternidad.
Hawkes indicó que aún existen muchas preguntas que resolver sobre este tema; por ejemplo, si influyó en tener cerebros grandes.