Sería erróneo aprobar el proyecto de ley para gravar las entradas de capital. ¿Por qué será que el Gobierno, BCCR y su fracción (casi) siempre confunden las causas de los problemas económicos con los efectos? Al atacar con saña los síntomas creen poder corregir el mal. Les tienta agarrar el rábano por las hojas.
Oduber insistía en controlar la inflación con furiosos controles de precios (como Chávez en Venezuela y la Kirshner en Argentina) hasta que alguien tuvo la cortesía de señalarle que por ahí no andaba la procesión; el BCCR hacía similares malabares atando la expansión crediticia con topes selectivos de cartera, hasta que alguien le susurró una (mejor) idea: liberar las tasas de interés para restituir la efectividad de la política monetaria.
Costó abrir la cuenta de capital en 1992. Se hizo con visión, pensado que al permitir salir los capitales serían más los que vendrían a complementar el ahorro nacional, incrementar la inversión, dinamizar las exportaciones, el empleo y, sobre todo, equilibrar el tipo de cambio a un nivel menos gravoso, reducir las tasas de interés y abatir la inflación. Los programas “Macro” del BCCR documentan año a año importantes entradas de capital directo. El complemento natural era la flotación, también impulsada con visión en esa época. Pero las mismas fuerzas retrógradas de hoy la hicieron abortar.
El capital financiero externo también cumple una función esencial. Compite con los (caros) recursos en colones, aumenta la oferta de crédito, profundiza la intermediación y permite reducir las tasas de interés para beneficio de nuestros deudores. Lo ideal es que las tasas en colones converjan con las internacionales, pero no es así. Las desacertadas políticas monetaria, cambiaria y fiscal elevan las tasas de interés en colones y, al tener un tipo de cambio fijo, hacen muy rentable la inversión externa en CR y atraen más capitales de lo necesario. Pero en vez de bajarlas, en vez de corregir las políticas, pretenden subir artificialmente las tasas en dólares con tributos draconianos (inconstitucionales a mi juicio pues los eleva un 400%).
Duele lanzar (al carajo) 25 años de modernización financiera. Lo más peligroso del proyecto es su triple mensaje: que somos incapaces de combatir las causas de los problemas económicos y nos contentamos con disimular sus efectos; no vamos a tratar de integrarnos al mercado financiero internacional, sino alejarnos; y pronto nos estaremos jalando las mechas (los que tengan) al cambiar las circunstancias financieras de la economía mundial y vuelvan a remontar los intereses y tipo de cambio. Entonces, correremos a derogar la ley.