Hoy se juegan el pellejo Barak Obama, presidente de EE. UU., y su contendor republicano, Mitt Romney. Tienen visiones muy distintas del mundo y la sociedad. Las encuestas van parejas. La única afirmación válida es que cualquiera puede perder.
Desde el punto de vista económico la lucha es entre Estado y mercado, entre estímulos dispendiosos vs. moderación fiscal y monetaria. Obama le va a los primeros para reactivar la economía y generar empleo; Romney le apunta al mercado y la iniciativa particular para lograr los mismos objetivos. Un solo fin con dos caminos diferentes. ¿Cuál es mejor? Una combinación de los dos, diría yo. Pero allá no hay esa tercera vía. Están polarizados.
Hay que escoger entre dos extremos. Por mi filosofía liberal, preferiría un mercado liberado y no un Estado desencadenado. Empresarios y trabajadores son quienes generan producción, riqueza y empleo. Al Estado le toca estimular y distribuir. Pero, suelto, se le va la mano (ayuda a banqueros; codicia tributaria). Los demócratas han creado un Gobierno clientelista, derrochador, cuya sed impositiva va contra la inversión y los incentivos para producir que mueven el progreso. Y las extravagancias monetarias tienden a devaluar su moneda y revaluar las otras, y afectan nuestra competitividad.
La visión de Romney es cortar la hemorragia monetaria y la carga tributaria para estimular el consumo e inversión, sobre todo de pequeñas y medianas empresas. Pero ha sido desdibujada por la prensa, en su mayoría demócrata, y también en Costa Rica. Afirman que lo único que le interesa es exonerar a los ricos y cortar el gasto social. Pero no es así. Su planteamiento es mucho más elaborado. Pretende eliminar exoneraciones (ampliar la base) y reducir las tarifas impositivas, tanto a empresas y personas, para que puedan ahorrar y consumir más. El ahorro financia la inversión y, con ella, se generan fuentes de empleo.
Obama, en cambio, insiste en que el “gastón” sea el Estado. Por eso quiere subir impuestos. Y, al final, probablemente dilapidaría los nuevos ingresos en mil y una cosas. Sus presupuestos contabilizan dos rubros asombros: una verdadera piñata de subsidios y el déficit fiscal. Con él, la deuda pública se triplicó. Y aunque la economía fue esencial en campaña, ya no estoy tan optimista. Muchos analistas predicen un desenlace proclive a la ingobernabilidad: el Congreso quedaría en manos republicanas; el Senado, demócrata; Romney podría (quizás) ganar el voto popular, pero Obama, el Colegio Electoral y ser reelegido. Ojalá yerren. Si la votación es muy cerrada, no descarto líos legales capaces de atrasar el conteo oficial.