Se fue el trapito de dominguear del gabinete, María Luisa Ávila, dejando huérfano el Ministerio de Salud y la salud de este enfermizo país. Como muy bien reportó Repretel, “la pérdida más sensible del Gobierno”.
Consultada (informalmente) la opinión popular por Telenoticias trascendió que la gran mayoría de los costarricenses (85%) no creía que ese (y otros cambios) irían a mejorar la situación del país. Yo concuerdo (en parte). Es una lástima haber dejado pasar la oportunidad de efectuar cambios más profundos no solo de personas, sino, también, de las políticas de fondo y –lo más importante– del estilo de gobernar. Se dejó pasar.
Yo le asigné a María Luisa la mejor nota entre los ministros por su excelente gestión en el Gobierno anterior (Óscar Arias la despidió con gallardía) y, en el actual, Villanueva, en cambio, fue mezquino. Dinámica, muy ejecutiva, bastante efectiva y decidida a resolver los problemas de salud, sin miramiento para nadie. Su labor en los SENSINAI –entre otras– dejó huella. Mostró agallas (algo poco común en la función pública) y desplegó un estilo directo y sincero al actuar. Y eso asusta a funcionarios y empresarios incapaces de cumplir la ley. Cosechó animadversiones.
La copa rebosó ante la crisis de la CCSS, una institución creada para curar, pero incapaz de curarse a sí misma. La rigen influyentes sindicatos bajo la mirada complaciente de quienes la dirigen. María Luisa, como rectora del sector salud, pretendió intervenir para curar sus dolencias administrativas y financieras, pero doña Laura no quiso darle la oportunidad. Decidió sostener (premiar) a la actual titular y sus directivos, quienes no solo ocultaron la crisis sino que son corresponsables. Había que cortar por lo sano; dar un golpe de timón.
Bien dijo Luis Mesalles que el diagnóstico de la Caja ya está claro. Édgar Robles y otros técnicos externos la desnudaron. Sabemos qué hay que hacer. No hacen falta más comisiones para elaborar dictámenes repetitivos que solo sirven para engrosar el expediente. Hay que actuar ya. La Caja está lista (y anestesiada) para hundir el bisturí y extirpar los tumores que la carcomen. Lo ideal hubiera sido, para no lesionar la autonomía, nombrar de jerarca a María Luisa y sustituir a todos los directores por otros más comprometidos con los pacientes, no los empleados. Doña Laura, sin embargo, no lo vio así. ¡Lástima! Debe cambiar su estilo de gobernar. Empero, concuerdo plenamente con ella en la conveniencia de sustituir al canciller, René Castro, por Enrique Castillo, un profesional con alta formación en la materia. Bien dice el refrán: zapatero a tus zapatos.