Río de Janeiro (AFP). A solo dos meses de la cumbre de Río+20, las perspectivas de un cambio radical para combatir los males ambientales del planeta y la pobreza parecen remotas.
Unos 100 jefes de Estado y de Gobierno son esperados en Río de Janeiro para esta cumbre sobre el desarrollo sostenible, que se celebrará del 20 al 22 de junio.
La cita tendrá lugar 40 años después del primer gran encuentro sobre el ambiente y 20 años después de la casi legendaria Cumbre de la Tierra celebrada también en Río de Janeiro, donde las Naciones Unidas crearon dos foros para enfrentar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Esa iniciativa colocó firmemente el medio ambiente al tope de la agenda política mundial.
Pero dos décadas después, los problemas han empeorado más que nunca.
Muchos expertos anuncian con pesimismo que la humanidad está destruyendo su futuro al avanzar de manera irresponsable hacia la prosperidad.
Científicos que participaron en una conferencia previa a Río+20, celebrada en Londres el mes pasado, dijeron que la meta de la ONU de limitar el calentamiento global a dos grados Celsius -adoptada hace menos de 18 meses- ya es inalcanzable.
“Tenemos que darnos cuenta de que estamos observando una pérdida de biodiversidad sin precedentes en los últimos 65 millones de años. Claramente estamos entrando en la sexta extinción del planeta”, dijo Bob Watson, ex jefe del panel climático de la ONU y principal asesor del ministerio británico de Medio Ambiente.
La cumbre tiene el triple objetivo de combatir esta crisis, erradicar la pobreza y colocar el crecimiento en una camino sostenible, con medidas para estimular la economía verde.
Pero a diferencia de lo que ocurrió en 1992, nadie espera un plan maestro de amplio alcance.
Las crisis financieras en Occidente, el casi fiasco de la cumbre del clima de Copenhague en 2009 y los cambios geopolíticos, con la emergencia de China, India y Brasil, anticipan un evento de bajo perfil.
“En los últimos 20 años, el paisaje ha cambiado completamente”, dijo Laurence Tubiana, jefa de un centro de análisis francés, el Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI).
“Hoy existe una crisis de multilateralismo, conflictos y ausencia de liderazgo”, afirmó.
Los organizadores de la cumbre pronostican que el gran evento ofrecerá una dosis de pragmatismo o al menos delineará un camino útil -aunque tal vez poco visionario- para las futuras generaciones.
Pero antes, se vislumbra una batalla por el texto final de la cumbre.
A partir del próximo lunes, en un encuentro informal en Nueva York, negociadores comenzarán a definir el borrador de declaración final, que en tres meses ha saltado de 20 a 180 páginas.
“Estoy preocupado por el riesgo de un mínimo denominador común, lo cual puede suceder en cualquier gran conferencia que exija consenso”, dijo a la AFP Brice Lalonde, cordinador ejecutivo de la cumbre Río+20.
“Pero por ahora, todo el mundo habla de la necesidad de ser ambiciosos”, afirmó.
La reunión de Nueva York deberá superar el área de mayor controversia.
Francia, apoyada según dice por unos 100 países en desarrollo, quiere transformar el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) en una super agencia autónoma que pueda actuar sobre el medio ambiente.
El anfitrión de la cumbre, Brasil, se opone, al igual que Estados Unidos.
Muchos activistas pronostican un fuerte enfrentamiento.
Bazileu Alves Margarido, miembro de una ONG brasileña, el Instituto para la Democracia y el Desarrollo Sostenible, dijo que la contra-cumbre prevista, la Cumbre de los Pueblos, mostrará su enojo.
“La atmósfera será de protesta”, dijo a la AFP. “Estamos esperando muy poco de la conferencia oficial. Vemos un Río+20 sin esperanzas, sin voluntad política de los países para cambiar las cosas”.
Se espera que unas 30.000 personas participen en la conferencia alternativa que se realizará del 15 al 23 de junio, incluidos representantes de indígenas de la Amazonia, de los jóvenes “indignados” españoles y de países de la Primavera Árabe.
La cumbre alternativa tendrá lugar en el parque del Aterro de Flamengo, sobre la Bahía de Guanabara y al pie del Pan de Azúcar.
Aún se desconoce quiénes asistirán a Río+20, pero es improbable que el presidente estadounidense Barack Obama participe, según fuentes.
Brasil movilizará a unas 20.000 personas, incluidos 10.000 uniformados, para garantizar la seguridad de la cita.