Gran fin de año artístico

CHace un año, cuando se acercaba el montaje de Las pandemias (segunda exhibición anual de estampa artística), ingresó –para su publicación en la Editorial de la Universidad de Costa Rica– el manuscrito del libro Estudios de mitología comparada indoamericana (volumen III) del doctor Enrique Margery Peña.

Entonces logramos conocer aspectos generales de esa importante obra, en especial de su primer capítulo: “El origen de la muerte”.

Pensamos entonces que este tema ofrecía gran potencial para provocar obra gráfica original. De tal manera, al inaugurar la segunda exhibición anual, no dudamos en proponerlo como tema para la siguiente edición, y hoy podemos apreciar sus resultados en los salones del Instituto de México (Los Yoses, San José).

La exposición El origen de la muerte es la tercera versión de esta actividad, debida a la amistosa relación que hay entre el Instituto de México y la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica. Puede disfrutarse en estos días y durante el mes de enero del 2011. Las dos exposiciones anteriores se titularon Autorretratos y Las pandemias.

La exhibición actual reúne 70 obras de 70 artistas, en un diálogo horizontal entre grabadores experimentados, novatos y artistas de otras disciplinas que practican la estampa artística. No falta el contrapunto que establecen ceramistas y escultores invitados a presentar obras tridimensionales.

En esta muestra no hay mejores piezas ni premios, sino el interés de experimentar y plantear propuestas artísticas originales desde una miríada de puntos de vista.

Las visiones presentes en la muestra están ligadas, en mayor grado, con experiencias personales, más que con discusiones teóricas y filosóficas sobre la muerte. No obstante, sí podemos denotar fundamentos filosóficos, ideológicos o religiosos integrados en capas no visibles que sustentan las propuestas gráficas.

La estampa artística nos permite explorar una amplia variedad de disciplinas que determinan diferentes posturas estéticas. En la muestra encontramos piezas ancladas en la tradición del aguafuerte, la litografía, la serigrafía y la xilografía; pero vemos también transferencias, monotipias, xerografías y estampa digital.

Además, en una muestra que incentiva la experimentación, se suman técnicas mixtas que combinan las disciplinas antes mencionadas y los monograbados. Estos unen la expresión gráfica a la aplicación directa del dibujo y el color, para acercar la estampa tradicional a la expresión pictórica.

Aquí confluyen las tres principales escuelas costarricenses de grabado: la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica, la Escuela de Diseño y Comunicación Visual de la Universidad Nacional y la Casa del Artista del Museo de Arte Costarricense.

También se dan cita varias generaciones de artistas, algunos con más de tres décadas de trabajo: Luis Paulino Delgado, Grace Herrera, Rudy Espinoza, Mariano Prado, Eugenio Murillo, Elizabeth Thompson, José Miguel Rojas, Eugenia Vega, Carlos Castro, Carlos Arroyo e Ivette Guier entre otros.

Ellos comparten espacio con artistas más recientes, como Gustavo Serrano, Nien Mei Lee, Salomón Chaves, Carolina Córdoba, Ólger Arias, Rebeca Alpízar, Jimena Sánchez, Walter Herrera, Carmen Aguilar, Raquel Valverde, Mauricio Rodríguez, Yula Cambronero, Juan Carlos Corrales, Carlos Llobet y Orlando Guier.

Además, hay obras de varias decenas de artistas noveles, estudiantes activos de las tres instituciones mencionadas.

La compleja tarea de organizar la muestra en la sala cedida por el Instituto de México, le correspondió al historiador del arte Carlos Guillermo Montero, cuyo criterio definió un “guion de lectura”.

El profesor Montero estableció piezas clave y contrastes para que el espectador pueda efectuar un recorrido ágil, y para que tenga la posibilidad de discernir las propuestas individuales dentro del conjunto de las 70 obras participantes.

Comenzamos en la primera sala atraídos por la obra de Ólger Arias: La muerte de Joaquín, que da paso a obras como El origen de mi propia muerte, de Jimena Sánchez; Hoja de vida, de Rebeca Alpízar, y Lo crudo y lo cocido, de José Pablo Ureña.

Nos atrae también la xerografía Desorigen, de Carlos Arroyo, acompañada por dos piezas tridimensionales en las que resalta Cenizas, de Carmen Aguilar.

Luego se nos presenta el segundo aposento, con una pared frontal liderada por Moiras, ayudantes delDestino, de Elizabeth Thompson, y La vida no cambia, de Carlos Castro. En este espacio sobresalen La serpiente de la vida, de Grace Herrera, y Después del sismo, de Rudy Espinoza.

Al darnos vuelta nos enfrentamos con el tercer aposento. Luego de subir unos peldaños acompañados por Sobre toda cosa guardada', de Raquel Valverde, nos vemos atraídos por la obra tridimensional de Ivette Guier: Cobijo, que nos introduce en dos importantes paredes de noveles grabadores custodiados por In memoriamLucía, de Luis Paulino Delgado.

La muestra es una tertulia entre artistas que expresan sus ideas sobre la vida y la muerte, desde la perspectiva creativa de la estampa artística contemporánea.

Aquí no se establece una jerarquía, sino un diálogo franco que involucra al amateur y al profesional, incluso algunos reconocidos con premios Aquileo J. Echeverría.

Con estas muestras anuales, el Instituto de México y la UCR han generado la exhibición de unas 240 obras inéditas, creadas en su mayoría para satisfacer los temas propuestos.

Ello representa una actividad poco frecuente en la gráfica costarricense ya que la participación voluntaria de los artistas no está teñida por la competencia o la premiación. Aquí, el gran premio es el diálogo y la creación de nuevas obras para enriquecer el acervo cultural nacional.

Al inaugurar El origen de la muerte –la tercera exhibición anual de estampa artística–, como es ya tradicional, se ha definido el tema para la cuarta muestra, del próximo diciembre: La nostalgia.

Quedan invitados todos los artistas para esta aventura de la estampa artística original.

El autor es grabador y profesor asociado de la Escuela de Artes Plásticas de la UCR.