Ante la problemática del cambio climático, al ser humano solo le resta mitigar y adaptarse.
Por esa razón, los países están llamados a migrar hacia una economía baja en carbono que les permita lograr un desarrollo congruente con el medio ambiente. Claro, eso requiere liderazgo y este recae en los Gobiernos.
Aun así, no es suficiente. “Todos los ciudadanos somos responsables y estamos en la obligación de cuidar la casa donde vivimos”.
Con esas palabras, Margarita Astrálaga – directora regional de la Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)– dio inicio a esta entrevista con La Nación.
Para tener una economía baja en carbono, ¿qué se necesita?
Se necesitan alianzas público-privadas. Para hacer el cambio inmediato, se necesita que el Gobierno dé incentivos, acabe con los subsidios perversos y ponga reglas claras para que todas las empresas compitan como iguales; porque las que quieren cambiar para ser más sostenibles están en desventaja con aquellas que no les importa contaminar.
”También está la conciencia y el interés del sector privado. Es que, además, es un buen negocio porque se reducen costos, a la vez que se ayuda al ambiente”.
¿A qué se refiere con subsidios perversos?
Cuando la gasolina está subsidiada por el Gobierno, ¿para qué vas a tener solo un carro o caminar o andar en bicicleta? Eso es un subsidios o incentivo perverso.
”Este tipo de subsidios que se dan para abaratar el costo de la vida, por otro lado, crean problemas ambientales que, al final, el mismo Gobierno debe solucionar.
”¿Cuánta gente falta al trabajo por enfermedades respiratorias causadas por contaminación? Al no poder trabajar, se está afectando la economía del país y se genera una cadena de impactos que no vemos como un todo”.
¿Cómo atraer inversión sin que se crea que se están aumentando los costos de operación?
Tenemos que mover la región hacia reglas del juego similares para que no haya desventajas.
”Los países que utilizan una estrategia de ahorro para abaratar costos se mienten a sí mismos porque al final deben lidiar con los pasivos ambientales. La empresa se va, después de haber hecho millones, y los problemas ambientales les quedan a los ciudadanos. Ese pasivo ambiental termina pagándose con los impuestos. ”Hay que hacer un análisis de costo – beneficio. ¿Se justifica realmente endeudar el futuro por un ingreso cortoplacista? ¿Queremos ese tipo de empresas? Los ciudadanos son los que deberían decidirlo. Estamos llamados a fiscalizar y exigir”.