Francisco Chacón presentó su renuncia a la misma hora en que, tres días antes, atendió desde Lima la llamada de un periodista.
Era domingo y había pasado la boda del hijo del vicepresidente Luis Liberman, motivo inicial del viaje que la mandataria hizo con sus ministros de más poder, Chacón y su esposa, Anabel González, jerarca de Comercio Exterior.
La voz del Gobierno explicaba que el avión era propiedad de una empresa canadiense llamada THX, dedicada a inversiones agrícolas y representada aquí por un hombre llamado Gabriel Olafán.
Salvo por el nombre de THX, el resto es incorrecto. La empresa no es totalmente canadiense, no tiene sembrado un árbol y Gabriel Olafán no existe. La persona con la que él se reunió resultó ser un empresario colombiano untado de cuestionamientos en su país.
Eso no se sabía el domingo, cuando dijo que el vuelo (valorado en, al menos, $30.000) era “una colaboración de un empresario con el Estado”, y que solo se utilizó cuando se acabó de programar la reunión con el presidente de Perú, Ollanta Humala, para el lunes.
La reunión con Humala iba a ser en cuestión de horas y Chacón no sabía quién iba con Chinchilla. Iba a estar el canciller peruano, pero el costarricense, Enrique Castillo, ni siquiera sabía del viaje.
Chinchilla estuvo con Chacón y Anabel González, quien fue en parte responsable de planear la cita.
En Perú la calificaron como “una visita de cortesía” y los temas resultaron algo distintos a los que publicó la Casa Presidencial en el comunicado enviado el sábado a las 12:22 p. m., en el que se avisó que Chinchilla se había ido ya a Lima.
El sábado, la Presidencia informó que la cita con Humala era para fortalecer “relaciones diplomáticas y comerciales con la reciente aprobación del Tratado de Libre Comercio entre Costa Rica y Perú” y el lunes agregó que en la cita de 40 minutos se trataron temas como “comercio, seguridad e inversión, así como el ingreso de Costa Rica a la Alianza del Pacífico”.
Chacón dijo el domingo que conocía al chairman de THX, que eran “gente seria” y que lo de “agrícola” era por un proyecto infructuoso con palma. Aceptó que la supuesta empresa era petrolera, y que omitió ese dato porque no tiene operaciones de ese tipo aquí.
También dijo que la empresa había dado el jet a Chinchilla para ir a Venezuela en marzo (también con él), y que en Costa Rica solo tiene una “oficina pequeñita”. Incorrecto: no tiene oficina formal. Y dio un número de teléfono equivocado.
El martes volvió a contestar el teléfono. Insistió en la identidad del supuesto Olafán. Se le dio el nombre de Gabriel Morales Fallón y se le preguntó si era colombiano. Punto final: la llamada se interrumpió y él enmudeció por 24 horas. Se le envió la foto de Morales Fallón para que lo reconociera, pero nada.
Ayer no acompañó en la mañana a Chinchilla sabiendo que el tema ardería. No apareció hasta las 5:30 p. m., con la cara cansada y medio despeinado. Hacía 100 horas despegaba hacia una fiesta en Perú y ahora renunciaba.