Aquel día en que el fotógrafo Adrián Arias salió sin su cámara, tampoco cargaba encima su pasaporte. Era su última jornada en España y terminó prendido por un policía encubierto. Una “perrera” cargada con indocumentados lo llevó a la cárcel para inmigrantes en Madrid.
“Supongo que tengo derecho a una llamada”, solicitó el fotógrafo. Uno de sus carceleros le indicó que aquello no era una “película americana”.
Cuando una amiga le llevó el pasaporte al centro de detención, otro guarda olvidó su temperamento agrio al ver que Arias era costarricense. El oficial sacó su celular y le mostró una foto en la que posaba ante el volcán Poás. Era el típico retrato sonriente del turista frente a la atracción visitada.
Ahí estaban ambos, carcelero y fotógrafo, quienes a primera vista compartían la complicidad repentina de reconocer la tierra del otro. No obstante, sus motivaciones no podían ser más distintas. Arias llegó a España como viajero y, de hecho, sus imágenes podrían considerarse antiturísticas.
Su estancia de un mes en España generó una colección amplia de fotos, parte de las cuales se exhibe hoy en una exposición con el título de
La exhibición se compone de 36 imágenes divididas en cuatro series. Arias también muestra
El artista confiesa que su interés por las urbes viene de lo sorpresivo de su naturaleza: “Es un lugar en el que todo está cambiando constantemente”, afirma.
Al igual que varios otros miembros del grupo, Adrián se ha decantado como “fotógrafo de calle”. En otras palabras, él se enfrenta a la ciudad como si fuera un cazador en un safari: no sabe cuál imagen se encontrará, pero está dispuesto a probar suerte todos los días.
“Para las fotos que tomé en España, partí con la premisa de siempre: tratar de no preconcebir el trabajo, no planear nada y ver qué me encontraba en el camino”, explica el fotógrafo, quien agrega que “el trabajo intelectual de buscarle sentido a las fotos viene después”.
Anteriormente, Arias había trabajado con un enfoque más afín con el periodismo. Por ejemplo,
Por el contrario, las imágenes de
El curador de la exposición, Jurgen Ureña, afirma: “Adrián ha ido dejando el componente documental de su trabajo fotográfico, y sus imágenes se han vuelto más sutiles; incluso hay una cosa diáfana de transparencias constantes”.
El curador identifica dos ejes en los trabajos que ofrece Arias: la presencia de la ciudad y de personas en tránsito. Paradójicamente, en la exposición, el espectador encontrará una colección de imágenes fijas con mucho movimiento.
La serie
En una de las fotografías de la muestra, una mujer mira a través del vidrio de un vehículo, en el que se mira el barrido del paisaje en movimiento. Esta es una de las imágenes de
Sobre aquellas jornadas, Arias cuenta: “Era una especie de turismo extremo y sin dinero. Había días en los que no tenía dónde dormir y me quedaba haciendo fotos en la calle”.
La exposición de Adrián Arias reflexiona sobre los personajes en movimiento; pero la exposición también trata de rescatar la tradición de las imágenes fotográficas que viajan. En una de las esquinas de la galería se exhiben varias fotos de Arias convertidas en tarjetas postales. Algunas fotos son antiguas, y la mayoría fueron tomadas en Costa Rica, aunque también hay alguna fotografía de Toronto.
Las fotos muestran escenas cotidianas; en una, un hombre corpulento se baña en la catarata de Ojo de Agua; en otra, unos niños juegan “mejenga” en una plaza.
“Mi propósito es decir que también hay imágenes propias de Costa Rica sin que deba ser la imagen trillada de la rana”, afirma Arias.
Dijimos que Adrián Arias evita capturar fotos turísticas. La foto que aquel día le había mostrado el carcelero español a Arias mostraba una vivencia específica, una anécdota de un citadino en una aventura tropical. Las imágenes que el fotógrafo tropical exhibe en Teorética aspiran a mostrar mucho más.