Flowers bloom on the desert in the Llanos de Challe national park, at the doors of the Atacama desert, 600 km north of Santiago, on November 5, 2011. An exceptional year with a 50 mm rainfall helped the more than 200 species of autochthonous flowers, which don't grow elsewhere, 14 of them in risk of extinction, to spread out a colorful blanket over the world driest desert. AFP PHOTO/ANTOINE LASSAGNE (ANTOINE LASSAGNE)
Vallenar, Chile. AFP Una inmensa ola de colores cubre de manera espectacular este año gran parte de una de las zonas más áridas del planeta: el desierto de Atacama, en el norte de Chile, a la vez célebre y desconocido, ha florecido como nunca en las últimos 20 años.
Sobre la ladera de una montaña, cuya cumbre se pierde en la bruma, parece haber rastros de nieve, pero, en realidad, un impresionante tapete de flores blancas se extiende hasta donde se pierde la vista. El blanco da lugar al amarillo, luego al azul, al rojo y al naranja.
La ruta que lleva al Parque Nacional Llanos de Challes, en el desierto de Atacama, 600 km al norte de Santiago, muestra un colorido sin fin. Por todas partes las flores emergen de la arena, invaden los cactus y se aferran a las rocas.
Influencia de El Niño. El fenómeno climático de El Niño, que llega a las costas del Pacífico suramericano cada seis o siete años, aporta las lluvias necesarias para que germinen los bulbos y los rizomas (tallos subterráneos que crecen de forma horizontal), que pueden estar en estado latente por décadas.
“Este es un año excepcional, ha llovido más de 50 milímetros. Las flores comienzan a crecer a partir de 15 milímetros por año, y este año todas las especies crecieron”, explica Carla Louit, directora del Parque Nacional.
La intensidad de las lluvias es clave para que el desierto florezca, pero no lo es todo. También se necesita que las precipitaciones sean a intervalos regulares, ni muy fuertes ni muy espaciadas, y que las heladas no corten la germinación durante el invierno austral.
Si esas condiciones se reúnen, el desierto florido puede durar de setiembre a diciembre.
“La última vez que hubo tantas flores fue en 1989; después hubo desiertos floridos, pero ninguno como este”, señala el padre Lucio, cura de un pueblo vecino y botánico aficionado.
Importancia. El Parque Llanos de Challes fue creado en 1994 para proteger este ecosistema de la actividad minera, intensa en la región.
“Tenemos más de 200 especies de flores endémicas; es decir, que no crecen en ninguna otra parte del mundo, y 14 están en riesgo de extinción”, precisa Yohan, uno de los guardaparques, quien deplora las prácticas de ciertos turistas.
“Las personas no tienen conciencia, arrancan las flores para llevarlas a sus casas porque piensan que allí van a crecer, y evidentemente no crecen nunca. Y cuando se arranca una flor, está perdida para el desierto”, dice.
Esta práctica amenaza sobre todo las especies más raras como la célebre garra de león (Leontochir ovallei), la gran y emblemática flor roja que marca el apogeo del desierto florido.