Ciertamente, Facebook puede ser una herramienta útil para el desarrollo de ciertas actividades académicas, pero el que lo sea depende de que sus usuarios tengan claros tanto sus posibilidades como sus riesgos y limitaciones.
En el caso específico de los académicos, sin duda un primer paso en la dirección correcta es reconocer que no conviene tener en la misma red social a familiares, amigos, colegas y estudiantes.
Las relaciones con parientes y amistades pertenecen al ámbito de lo personal y lo privado; las que involucran a alumnos y compañeros de trabajo corresponden a una dimensión pública e institucional.
Distancia. De no menos importancia es asumir una distancia crítica con respecto a los comportamientos que Facebook fomenta, en particular el de actualizar a cada instante lo que se hace o lo que se piensa, y el de opinar de inmediato sobre cualquier asunto que capte la atención de la red. Cuando se incurre en lo primero, el resultado por lo general son trivialidades; y en el segundo caso, opiniones usualmente infundadas.
En efecto, Facebook no está diseñado para incentivar el desarrollo de las capacidades analíticas, sino para que las personas, liberadas de las mediaciones que suponen la reflexión, la constatación y la ponderación de puntos de vista divergentes, expresen lo primero que se les ocurre, con la incorporación frecuente de prejuicios, invectivas y estereotipos.
Aceptar las condiciones que Facebook promueve, implica apartarse del análisis como base fundamental del quehacer académico.
Asimetrías. Tal alejamiento es agravado porque Facebook alienta, de manera simultánea, el culto a la propia personalidad y a la auto-publicación, por lo que, a la vez que refuerza la intolerancia con respecto la crítica de los otros, fortalece una cultura en la que someter a revisión independiente las opiniones propias, resulta prescindible.
A lo anterior contribuye un factor adicional: dado que Facebook fue diseñado para asociar a los demás sobre la base de la afinidad, las redes resultantes responden a las publicaciones de sus miembros de manera tendencialmente confirmatoria.
Cuando los académicos incorporan estudiantes en su red personal, la tendencia referida es reforzada por el carácter asimétrico de las relaciones entre profesores y alumnos.
Tal asimetría es todavía mayor si los docentes son también autoridades universitarias y entre sus amistades figuran colegas en posiciones subordinadas.
De acuerdo con los estudios existentes, el potencial de Facebook para la educación es un asunto todavía controversial. Sería oportuno, por tanto, que los profesores universitarios empezaran a considerar críticamente la cultura académica que, día tras día, contribuyen a construir por medio de Facebook.