California. Tierramérica Las algas ofrecen una alternativa sencilla, a corto plazo y bajo costo comparadas con otras fuentes de energía.
Prometen convertirse en la base de un biodiésel de calidad y ser componente esencial de una amplia gama de plásticos biodegradables que reemplazarían a los producidos a partir de hidrocarburos.
Aunque no son una prioridad de investigación, ya hay gigantes de la energía estudiándolas como subproductos del “carbón limpio”, puesto que absorben el dióxido de carbono (CO2) que se genera por la quema de ese mineral.
Un factor que pone a las algas por encima de casi todas las opciones energéticas es su simplicidad, ubicuidad y disponibilidad.
Gracias a su capacidad de enorme crecimiento, las algas en cultivo no requieren control estrecho. Su florecimiento es natural, pero se incentiva con la contaminación química y agrícola.
La eutrofización, que es el incremento de sustancias nutritivas en aguas dulces de lagos y embalses, asfixia ríos y arroyos. Afecta la vida acuática pues bloquea el flujo de oxígeno, un proceso conocido como hipoxia.
Es un problema grave que debe considerarse en los cultivos de algas que se hacen en espacios abiertos, en lugar de ambientes controlados como los biodigestores donde se produce el biodiésel.
Pero, al contrario de una reacción nuclear en cadena, incluso si la proliferación de algas se vuelve excesiva, sus consecuencias no se acercarían siquiera a la gravedad de una fusión atómica.
Usos y aplicaciones. En ENN Group, una firma china de energía, existe un laboratorio donde los científicos desarrollan microalgas para una variedad de usos como parte de un proyecto de riesgo compartido entre ENN y Duke Energy, una de las mayores prestadoras de servicios públicos en EE. UU.
“Experimentamos con diferentes formas de microalgas y nuevas variedades para desarrollar aquellas que fácilmente se adapten a nuestros propósitos”, explicó Liu Minsung, quien es el jefe del equipo de algas de ENN.
Liu mostró un tubo de ensayo. “Esto es biodiésel. Se puede usar como combustible de vehículos automotores, barcos y jets”, dijo.
Las “oleo-algas”, como las llama, se refinan en un proceso muy barato y ya establecido.
Liu levantó otro tubo de ensayo y agregó: “Y estas son la base de los bioplásticos. Podrían reemplazar todos los plásticos que hoy obtenemos del petróleo y son biodegradables”.
¿Cuántos años se necesitan para que todo esto sea viable comercialmente? “Consúltenos el año próximo”, respondió.
En el 2012, la marina de EE. UU. lanzará lo que llama el “Grupo de Combate Verde”, una flotilla de barcos que funcionará con una mezcla conocida como diésel hidroprocesado renovable: mitad algas y mitad combustible naval destilado OTAN F-76.
Para el 2016, EE. UU. prevé lanzar la “Gran Flota Verde”, un grupo de combate de portaaviones conformado por buques híbridos eléctricos y aviones propulsados por biocombustibles, incluso de algas.
Las algas constituyen un círculo completo de innovación porque sirven a varios usos simultáneos, siguiendo una dinámica más “bio-lógica” que “tecno-lógica”.
Las soluciones técnicas se han vuelto tan complejas y costosas que, como sucede con los teléfonos inteligentes, una plétora de aplicaciones no esenciales terminan abrumando la capacidad básica.
Como toda solución, las algas tienen “lados oscuros” que se deben descubrir. Sin embargo, el mayor riesgo como el del automóvil eléctrico es no desarrollarlas.
La pregunta es: ¿podrán rescatarnos del dilema energético?