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Enfoque

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Conocí la semana pasada una persona que se quebró el tobillo por caerse del zapato. Como lo oyen: cuestión de tacones excesivos y, ¡claro!, un tropezón y al abismo. Suena absurdo, pero es un episodio real y ahí están unas muletas para el que pregunte. Con todo, el episodio me parece menos absurdo que observar, incrédulo, las colas inmensas de gente codeándose impacientes a las tres de la mañana en tiendas de electrodomésticos o supermercados, desesperados por comprar cualquier cosa, salir satisfechos con la vida y luego opinar, ¡cómo no!, de lo mal que anda el país.








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