La Policía de un poderoso país como México no ha podido controlar el caos y la virtual guerra civil en ese país causado por el intento del narcotráfico de arrebatarle al Gobierno electo por el pueblo el ejercicio del poder. La policía salvadoreña trató de terminar con las pandillas controladas por el narcotráfico y tampoco pudo. Llamó a su ejército que todavía no ha demostrado que podrá lograrlo. En ambos países el esfuerzo por controlar esa lacra se inició tarde y ambos países están pagando caro su falta de previsión.
En Costa Rica la Guardia Civil tampoco puede controlar el narcotráfico. Ni siquiera la violencia en las calles. Para que médicos puedan ingresar a muchos barrios de San José, la policía tiene que acompañarlos. El Ministerio de Seguridad reconoció que “para el Estado es imposible brindar defensa y seguridad a la ciudadanía”.
En un artículo sobre la indefensión personal, don Rodolfo Cerdas opina que “el Estado no está, ni ahora ni en la hora de nuestra muerte, amén, en condiciones de garantizar nada. Por eso la retórica ultrapacificista es inútil”. Si el Estado no puede garantizar la seguridad personal, menos puede garantizar la seguridad nacional y su soberanía.
Desde 1988, en editoriales, La Nación se queja del “estado de indefensión que sufre el paísy el acoso por el norte y por el sur que esta afectando seriamente nuestra soberanía” y se queja de “la deformación conceptual de muchos funcionarios y políticos costarricenses quienes asimilan la paz al desarme y relacionan todo esfuerzo en seguridad con el militarismo. El Gobierno de la República no debe desatender por más tiempo este deber esencial”. Repito: desde 1988.
La amenaza que Costa Rica enfrenta no es potencial. Es actual y real. Hace un mes La Nación informó que el Procurador General de México confirmó que el grupo de 14 personas detenidas en el sur de Costa Rica eran parte de la “Familia Michoacana”, brazo armado del Cartel del Golfo y que recibían la droga, por mar, proveniente de Suramérica y la movilizaban en embarcaciones a Puntarenas para luego ser reembarcadas. La Guardia Civil se quejaba que no tenía los medios para interceptar ese tráfico marítimo.
Irresponsable demagogia. Doña Laura y su ministro de Seguridad presentan al Congreso un refuerzo de naves norteamericanas para un efectivo patrullaje de las aguas costarricenses porque el país, claramente, no tiene los medios para ejercer esa función. Diputados del PUSC y del PAC, en un repugnante despliegue de irresponsable demagogia, cuestionan las intenciones de la presidenta, utilizando argumentos que pareciera que esconden una voluntad de facilitar el auge del narcotráfico en Costa Rica.
Es evidente que no se puede estar en contra del narcotráfico y al mismo tiempo facilitarle su función obstaculizando un patrullaje efectivo y vital que Costa Rica no puede ofrecer.
Pero esos diputados “de izquierda”, además de demagogos, son “anti-gringos” incultos. No se han enterado de que el gobierno del izquierdista Lula, hace apenas dos meses firmó, ¡en el Pentágono!, un acuerdo de cooperación militar con EE. UU., a solo 5 meses de que se suscribiera otro con Colombia.
Doña Laura gobierna y no busca paralizantes concertaciones. Su país no tiene cómo defenderse bien de una amenaza real que tiende a empeorarse y actúa ya. Quienes vienen en su ayuda son norteamericanos. Los diputados del PUSC y el PAC no tienen la autoridad moral para atreverse a cuestionar sus intenciones. Su carta de presentación es la sangre que derramaron para defender nuestra forma de vida durante todo el siglo pasado.
La historia dirá que solo por esta iniciativa, doña Laura ha justificado su paso por la presidencia. El elemento femenino –por mucho– mejor que el masculino en este país. Tienen más claro lo que es de verdad importante: la salud, la educación y la seguridad de su prole. Tienen más claro que los hombres, el factor determinante de presentimiento, de precaución, de previsión. De adelantarse para mitigar males mayores. De sembrar fuerza para cosechar paz. Otra vez este país ha tenido suerte.