En julio próximo se cumplirán cien años del nacimiento de Rafael Obregón Loría (1911-2000), uno de los principales historiadores costarricenses del siglo XX. Incorporado como profesor a la Universidad de Costa Rica (UCR) en 1946, Obregón Loría combinó la docencia con una actividad de investigación sistemática, de la que resultaron aportes muy importantes al conocimiento del pasado del país.
Igualmente, en su condición de director del Departamento de Historia y Geografía, Obregón Loría apoyó de manera decidida el proceso de renovación historiográfica iniciado a finales del decenio de 1960 e inicios del de 1970. ¿Fueron olvidados los aportes de Obregón Loría por las nuevas generaciones de historiadores?
++Política, masonería y genealogía. Para responder adecuadamente la pregunta anterior es necesario considerar que la producción historiográfica de Obregón Loría giró en torno a tres ejes principales: la política costarricense de los siglos XIX y XX, la guerra de 1856-1857 contra los filibusteros encabezados por William Walker, y la masonería. Además, reconstruyó las genealogías de las familias de Alajuela en el período 1790-1900. Así lo muestran Rafael Ángel Méndez y Silvia Elena Molina en un libro reciente: +Rafael Obregón Loría (EUNED, 2010).
A diferencia de historiadores como Carlos Monge Alfaro, Obregón Loría incursionó poco en el período colonial; y en contraste con Carlos Meléndez Chaverri, se interesó muy limitadamente por los temas económicos y sociales. Solo de manera excepcional realizó estudios de cobertura centroamericana.
Cabe añadir que sus valiosas genealogías únicamente empezaron a ser publicadas en el decenio de 1990, editadas por Eduardo Fournier y con el apoyo del Museo Histórico Cultural Juan Santamaría.
De esa manera, la producción historiográfica de Obregón Loría lo colocó en una posición en la que tendía a quedar al margen de las nuevas investigaciones históricas.
En efecto, el proceso inicial de renovación en los estudios históricos se caracterizó por un interés por explorar temas económicos y demográficos de la época colonial, por lo que los nuevos historiadores concentraron sus esfuerzos en debatir con Monge Alfaro y Meléndez Chaverri.
En la mayor parte de la década de 1980, el desencuentro entre Obregón Loría y la nueva historiografía se profundizó ya que las investigaciones realizadas entonces tendieron a orientarse hacia el estudio de la historia agraria y social, al tiempo que crecía el interés por realizar trabajos comparativos con otras experiencias centroamericanas.
Reencuentros. Sin embargo, a finales del decenio de 1980 empezaron a abrirse vías para que las nuevas generaciones de historiadores costarricenses se reencontrasen con los aportes de Obregón Loría.
La base de ese proceso fue un interés cada vez más definido por considerar, desde perspectivas diferentes, el pasado político de Costa Rica. Estas inquietudes tomaron forma en un programa de investigación dirigido por Orlando Salazar Mora en el Centro de Investigaciones Históricas de la UCR.
Como resultado de los esfuerzos emprendidos por este grupo, se publicaron varios libros sobre temas como la educación (Ástrid Fischel Volio), la política electoral en los siglos XIX y XX (Salazar Mora), y el conflicto entre el Estado y la Iglesia en esa misma época (Claudio Vargas Arias).
Todos esos trabajos utilizaron las obras de Obregón Loría, al igual que lo hicieron algunos investigadores especializados en la historia de las relaciones internacionales de Costa Rica, como Hugo Murillo Jiménez.
En el decenio de 1990, el interés por la política de los siglos XIX y XX se intensificó, al tiempo que empezaban a incrementarse las investigaciones sobre la construcción cultural de la nación costarricense. En este marco, historiadores como Hugo Vargas González y David Díaz Arias volvieron a considerar las contribuciones de Obregón Loría, al igual que Miguel Guzmán Stein, que concentró sus esfuerzos en el análisis de la masonería.
Asimismo, los aportes de Obregón Loría fueron tomados en cuenta por una nueva generación de académicos extranjeros, como los politólogos estadounidenses Fabrice Lehoucq, Kirk Bowman yJames Mahoney.
En la actualidad, ese proceso continúa con la investigación en curso de Ricardo Martínez Equivel sobre los masones, y la de Esteban Sánchez Solano acerca del Partido Unión Católica; y con los nuevos estudios sobre la guerra de 1856-1857.
En cuanto a docencia universitaria –en específico, la que se imparte en la Escuela de Historia de la UCR–, la utilización de las obras de Obregón Loría ha disminuido considerablemente.
Lejos, no obstante, de responder a un desinterés por sus contribuciones, esa reducción se explica por la diversificación de temas y perspectivas experimentada por la investigación histórica.
Todavía a inicios de la década de 1980, cuando Obregón Loría se jubiló, en los cursos de Historia de Costa Rica se estudiaban predominantemente asuntos políticos. Hoy se han incorporado otras ramas de la historia, en particular, la económica, la demográfica, la social, la cultural y la ambiental; y nuevos enfoques que consideran las diferencias étnicas, regionales y la especificidad de las experiencias masculinas y femeninas. Por tanto, es menor el espacio del que dispone la historia política.
Pese a lo indicado, dos de las obras fundamentales de Obregón Loría, Hechos militares y políticos (publicada originalmente por La Nación en 1951 y reeditada en una versión ampliada treinta años después) y Costa Rica y la guerra contra los filibusteros (1991), aún son objeto de estudio parcial o total en diversos cursos de grado y posgrado, y otras de sus contribuciones son frecuentemente consultadas por los estudiantes al realizar sus trabajos de investigación.
Legados. Evidentemente, la concepción del pasado en los estudios de Obregón Loría no es la misma que sustentan la mayoría de los historiadores graduados después de 1970. Sin embargo, esta diferencia no ha impedido que sus obras se mantengan como indispensables fuentes de consulta y objetos de estudio.
De hecho, la aplicación de novedosas metodologías ha permitido procesar imaginativamente parte de la valiosa información recolectada por Obregón Loría a lo largo de su fructífera carrera.
En ese sentido, conviene destacar que las listas de diputados que él elaboró (El Poder Legislativo en Costa Rica, 1995) y las genealogías de Alajuela son materiales que podrían ser sistematizados de diversas maneras mediante su ingreso en bases de datos electrónicas.
La sistematización señalada de las listas de diputados, complementada con otras fuentes, permitiría realizar análisis más profundos acerca de la composición del Congreso y de las redes de poder e influencia en las que participaban sus miembros.
A su vez, la información genealógica constituye una base decisiva para desarrollar, en un futuro cercano, sofisticados estudios acerca de la historia de la familia en Costa Rica.
Al cumplirse el centenario del nacimiento de Obregón Loría, sería oportuno que alguna editorial académica considerase volver a publicar Hechos militares y políticos, obra que, pese a su importancia, está agotada desde hace muchos años.
Igualmente, sería deseable que el Consejo Superior de Educación considerase recomendar, entre los libros que los estudiantes de colegio podrían leer en el 2012, Costa Rica y la guerra contra los filibusteros. Haberlo dejado fuera en el 2011 fue una grave omisión.
En fin, don Rafa –como lo llamábamos sus estudiantes– nunca ha dejado de estar entre las recientes generaciones de historiadores, cuyos esfuerzos por investigar el pasado con base en nuevas concepciones y metodologías, él apoyó con generosidad y entusiasmo.
EL AUTOR ES Y MIEMBRO DEL CENTRO DE INVESTIGACIÓN EN IDENTIDAD Y CULTURA LATINOAMERICANAS DE LA UCR. ESTE ARTÍCULO SINTETIZA ASPECTOS DE UN LIBRO EN PREPARACIÓN SOBRE LA HISTORIOGRAFÍA NACIONAL.