Al ser las nueve de la noche del 25 de julio de 1944, tuvo lugar un concierto en nuestro Teatro Nacional que representaría un hito en la historia de la música y el arte costarricenses. Era el sétimo concierto de la temporada de ese año de la Orquesta Sinfónica Nacional.
En esa velada el joven músico Carlos Enrique Vargas, quien ese día cumplía veinticinco años de edad, se presentaba como solista ante la audiencia josefina, ejecutando su recién terminado Concierto para piano y orquesta , bajo la batuta del maestro Hugo Mariani. Se trataba de la primera obra de su tipo escrita por un compositor nacional, y también una de las primeras composiciones de este género en América Central.
No en vano, la historia ha considerado a Carlos Enrique Vargas (1919-1998) como uno de los músicos más polifacéticos de la música académica en Costa Rica del siglo XX. Su nombre es reconocido como uno de los más importantes ejecutantes, directores y pedagogos del país. Dentro de sus más importantes logros está el haber sido fundador del Coro de la Universidad de Costa Rica, que dirigió de 1955 a 1973, así como haber sido nombrado director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional en 1967.
Su amplia trayectoria fue laureada en 1994 al otorgársele el Premio Magón, que por primera vez en la historia se le confería a un músico. No obstante, su faceta como compositor es la menos conocida. Aunque sus composiciones originales no fueron numerosas, sus obras son realmente sobresalientes y creativas.
Hijo de una época. La aparición de la música clásica en Costa Rica se suscitó en las últimas décadas del siglo XIX, cuando el país experimentó un gran avance económico y cultural, impulsado primordialmente por el apogeo de la producción cafetalera. Algunos eventos que denotaron un cambio en la mentalidad cultural de la Costa Rica de esa época fueron la contratación de músicos extranjeros (en especial europeos), el establecimiento de numerosas sociedades filarmónicas, la apertura de varias instituciones de enseñanza musical y, desde luego, la inauguración del Teatro Nacional en 1897.
Surgió así la primera generación de compositores, formados a la luz de la “música culta” europea. Dentro de ellos se destacaron Alejandro Monestel, José Joaquín Vargas Calvo (padre de Carlos Enrique), Julio Fonseca, José Castro Carazo, Julio Mata, José Daniel Zúñiga y Alcides Prado, entre otros.
Aunque todos cultivaron distintos géneros musicales y estilos de composición que van desde la canción escolar hasta la suite sinfónica, sus composiciones reflejaban ya una mayor tendencia hacia el Romanticismo y el Impresionismo, que aún dominaban la creación musical en Occidente.
La década de 1940 fue crucial en el desarrollo musical costarricense. Durante esa época se fundó la Orquesta Sinfónica Nacional y el Conservatorio Nacional de Música (actual Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica).
Para aquel entonces, el joven Carlos Enrique Vargas, recién retornaba a Costa Rica, tras finalizar altos estudios musicales en el Conservatorio Santa Cecilia en Italia. A su regreso, justamente en 1940, Vargas era el músico costarricense más capacitado en suelo nacional como pianista, organista, compositor, pedagogo y teórico musical.
Fue durante este período que Vargas compuso dos obras que serian trascendentales en la historia de la composición musical costarricense: su Concierto para piano y orquesta, Op. 13 (1944) y su Sinfonía , Op. 17 (1945). Antes de este momento histórico, el repertorio de composiciones costarricenses estaba en su mayoría formado por música para banda militar, piezas de salón, obras religiosas, y algunas composiciones sinfónicas de modestas dimensiones.
Aunque algunos compositores como Fonseca, Monestel y Mata ya habían incursionado en géneros como la cantata, la suite, obras de cámara, e incluso la opereta, ningún compositor previo a Vargas se había aventurado en componer obra alguna de la magnitud de un concierto para solista y orquesta.
Obra magna. El Concierto para piano y orquesta de Vargas fue compuesto entre el 25 de febrero y el 8 de abril de 1944. Aunque podría considerarse como una obra de juventud, este concierto marcó sin duda un gran avance en la historia de la composición en Costa Rica.
El Concierto... está estructurado en la forma tradicional de tres movimientos (rápido-lento-rápido). La obra muestra patrones convencionales de composición, aunque de una manera original. Por ejemplo, es el solista y no la orquesta quien inicia el discurso musical, un procedimiento que, aunque no es del todo innovador, resulta siempre fuera de lo común.
La orquestación de la obra está bien realizada; existen pasajes de interés musical tanto para la orquesta como para el solista. La instrumentación se asemeja a la utilizada en los conciertos para piano del período romántico, y no opaca en ningún momento la participación del pianista. Un tema musical, que bien se puede identificar como un leitmotiv, aparece reiteradamente en los tres movimientos, dándole coherencia y unidad a la obra en su totalidad.
Aunque sería difícil enmarcarla dentro de una corriente artística definida, puede ser considerada como un ejemplo de neoclasicismo musical, debido a sus referencias importantes a los géneros y formas tradicionales, en particular, la inclusión de un movimiento en forma de una passacaglia . Su tendencia estética se inclina más bien a una asimilación de los estilos europeos de composición contemporánea, en los cuales ningún elemento nacional o étnico es involucrado.
Tras su estreno en 1944, la obra se presentó nuevamente en 1950 y en 1955. Todas estas actuaciones contaron con la participación del compositor como solista. El concierto fue rescatado más de cuarenta años después, en el año 1999 con Manuel Matarrita en el piano, acompañado por la Sinfónica Nacional de Costa Rica y la dirección del maestro Irwin Hoffman. Fue interpretada nuevamente en noviembre del 2009 en un concierto en homenaje al 60 aniversario de la Radio Universidad de Costa Rica.
El próximo 20 de mayo tendrá lugar la primera presentación de la obra fuera de nuestras fronteras. El concierto se ejecutará en la ciudad de Gillette, Wyoming (Estados Unidos). Quizás sea este el primer para que una obra tan importante dentro de nuestro acervo musical obtenga la difusión internacional que se merece.
El autor es músico y hoy interpretará el ‘Concierto para piano y orquesta’, del costarricense Carlos Enrique Vargas, en Estados Unidos.