Concurso. Además del Mundial, el otro enigma del fin de semana es saber quién ganará Nace una estrella , el concurso de canto de canal 7. Como ya sabemos, el jurado del programa huye de tomar decisiones al límite y la duda es si el jurado decidirá un empate, como el año anterior, en lugar de ser valientes y nombrar un solo ganador.
Fue un fiasco cuando partieron el premio y entonces, como es de esperarse, ninguno de los dos logró concretar un disco, aunque sea de esos flacos con seis canciones.
Ojalá, los jueces cumplan con su cargo esta vez y elijan a quien domine la noche de la final o al concursante con mejor desempeño durante la temporada actual.Que los jueces lo sean.
Por los resultados anteriores, la opción serán Cristian Madriz y Danyer Garro; ambos han alternado el primer lugar con gran evolución de calidad. Desde el trabajo escénico, se concibe mejor Cristian, pero es poco telegénico; para ser divertidos, diríamos que es más feo que un muñeco de maleficio, cosa que se olvida al segundo mismo de escucharlo.
Esperemos el resultado, mientras tanto, la otra ganadora es Cristiana Nassar. Ella comenzó incierta como animadora, y pasó del toro al foro con paso titubeante; sin embargo, acertó su centro energético con las semanas y mostró control para meter al público en la emoción divertida de la pantalla, sin excederse en gestos pomposos, gritos de agitación o en locuciones exageradas. Ella lo hizo muy bien: con su sello hace avanzar el programa, un concurso sin libreto, que basa su marcha en la capacidad de los animadores para salir adelante. Videoclip. El video del grupo 424 de la canción No quiero hablar es una grata sorpresa y se impone por la calidad de la imagen, la buena realización y lo interesante del concepto. Ese video transita sobre elementos dramáticos y visuales para crear una feroz ironía de la relación de pareja.
La sensación general es de un producto valioso en sí mismo, como obra de video, y ya no solo como imagen de promoción de un disco.De hecho, la imagen narrada tiene más fuerza comunicativa que la canción misma. No es necesario extenderse sobre el interjuego de imágenes que el director desató para los televidentes porque, además de ser exquisitamente presentadas (las imágenes), la narración está cargada de abstracciones y subjetividades; basta decir que el video expresa de manera indirecta el sentido de la canción.
El video presenta la comparación de las relaciones humanas desde la incomprensión, más que desde la incomunicación, y, de esa manera, resalta aspectos violentos en el proceder de los enamorados.Una, entre muchas posibilidades de lectura, es la impresión de ser una crítica masculina a las actitudes de agresión pasiva de las muchachas.¿Será posible? Buena pregunta para resolver.
La realización completa es madura, de buen gusto y brilla con un montaje pensado en el ritmo propio de la historia y no en el de la canción, con cámaras lentas que centran la atención sobre los personajes.Así logran dejar lo musical como un elemento complementario de la imagen y no al revés.
Solo cuando se enfoca al grupo en situación de músicos es cuando el video nos recuerda la función comercial del producto. En general, es un gran trabajo, sobre todo, se resalta el manejo de los vestuaristas Carlos Amador y Katia Umaña.Carlos y Kattia lograron caracterizar a cada uno de los integrantes del grupo 424 con una identidad propia dentro de la unidad del grupo y vistieron a un club de muy enigmáticas mujeres. De esa manera, se nos muestran mujeres tan bellas como perversas, tan humanas como monstruosas, y, desde la ropa, crearon un universo cargado de significados indescifrables desde el video mismo. Es grandioso. Es mi veredicto.