Tres obras para la combinación instrumental de dos violines, viola y violonchelo, correspondientes a tres épocas, tres estilos, tres escuelas, conformaron el selecto programa del recital ofrecido por el Cuarteto Alma, el domingo 5, en la Galería Nacional del Museo de los Niños.
La función marcó el debut como violista del grupo de Ricardo Ramírez, talentoso músico de amplia trayectoria, cofundador del conocido conjunto Éditus.
Alma es la única agrupación en el género del cuarteto de cuerdas que actualmente está activa en el país. Su fundadora y gestora es la violinista Lourdes Lobo, quien ocupa el atril de primer violín, y el cuarteto se completa con Ingrid Solano, segundo violín, y Sonia Bruno, violonchelo.
A lo largo del concierto, el Cuarteto Alma produjo tonalidades lustrosas y afinadas; el desempeño se mantuvo integrado y desenvuelto, y la respuesta rítmica se oyó ágil y puntual.
Prolífico es el legado en música de cámara de Franz Schubert (1797-1828), representante eminente de la escuela vienesa, que incluye no menos de 15 cuartetos para cuerdas.
Si las primeras incursiones de Schubert en el género del cuarteto se enmarcaron dentro del clasicismo desarrollado por Haydn y Mozart, la expresividad y hondura de sentimiento y las inesperadas modulaciones armónicas del
Al comienzo del recital, el Cuarteto Alma forjó una versión sentida y espontánea de la pieza, ora dramática, ora serena, ora enérgica.
Figura imprescindible del modernismo ruso-soviético, Dmitri Shostakóvich (1907-1975) por igual cultivó asiduamente la música de cámara y compuso asimismo 15 cuartetos para cuerdas.
Su
La interpretación del Cuarteto Alma contrastó con finura el espíritu calmo, casi agreste, de los dos primeros movimientos, y el brío de los dos últimos movimientos. En particular, los músicos moldearon una ejecución enérgica y excitante del alegro concluyente.
Pasado el intermedio, el grupo forjó una lectura pulcra y luminosa del
Se trata de una obra revolucionaria, una de las composiciones magistrales de la música de cámara del siglo XX, plena de insólitos y exquisitos efectos de timbre instrumental y primorosos giros armónicos inexplorados antes de Ravel.
La pequeña sala se llenó para el recital del Cuarteto Alma y el público aplaudió con entusiasmo las interpretaciones, aunque en la primera mitad unos cuantos importunaron batiendo palmas entre los movimientos.