Por lo general, los directores invitados a quienes se les concede el privilegio de dirigir nuestra Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) cumplen a cabalidad con su cometido, pero hay ocasiones en que su desempeño es decepcionante.
Ese fue el caso, el viernes 30 último, en el Teatro Nacional, para la tercera presentación de la temporada oficial de la OSN, dirigida por el húngaro Laszlo Marosi.
El programa estuvo formado por una mezcolanza de piezas, cuya rejunta Marosi buscó justificar mediante una larga perorata en inglés poco entendible, bien que cada una de las composiciones es una obra maestra en su género.
Al inicio de la función, el sonido grosero y desafinado de las trompetas y la ausencia de suficiente
Las trompetas continuaron desafinando en la
Después del intermedio, tampoco encontré que el director suscitara el soplo de recogimiento y serenidad extáticos que alienta el
Sentí la lectura de Marosi falta de articulación en los delicados intercambios entre el Coro Sinfónico Nacional (CSN) y la OSN, la línea melódica ayuna de fluidez. Asimismo, el director no sacó provecho de la sonoridad que el CSN puede alcanzar y las voces se mostraron tímidas en el ataque.
Sin embargo, la soprano Zamira Barquero y el barítono José Arturo Chacón, solistas vocales, cantaron con emotividad y produjeron tonos límpidos.
Los aplausos del público coincidieron con mi valoración de los solistas, pero, por lo demás, el rendimiento de Laszlo Marosi y la Orquesta Sinfónica Nacional recibió la aprobación indiscriminada de los asistentes.