La trampa es el nombre del nuevo estreno que ha realizado la Compañía Danza Universitaria, bajo la conducción de la coreógrafa Gloriana Retana.
Para esta ocasión, Retana se hizo acompañar de 6 bailarines de la agrupación, con el propósito de experimentar en un nuevo escenario; una especie de bodega en la que se desarrolla el ballet .
Cuando los bailarines ingresan al recinto, el público queda encerrado hasta finalizar la presentación y, durante casi una hora, el sexteto desarrolla una serie de cuadros enmarcados por una banda sonora creada a partir de música, la mayoría, del siglo pasado, en la cual Pink Floyd es protagonista, alternado por Eric Satie, Tom Waits y Radiohead. El elenco viste un acertado diseño de vestuario creado por Elián López y las luces fueron realizadas por Mainor Gutiérrez.
El tema principal de La trampa es la lucha entre la individualidad y el colectivo.
Para la composición, la autora utilizó secuencias en las que juega con imágenes grupales, solos, tríos y otras formaciones, las cuales se ejecutan en diferentes nichos del encierro, obligando a los bailarines a moverse desde el suelo hasta el techo, enfrentado situaciones riesgosas.
Exacto. Como siempre, el elenco de esta compañía, se entrega al máximo de sus posibilidades técnicas e interpretativas, y bailan logrando darle al movimiento la exactitud requerida para el unísono o la individualidad.
Saben mantener la sensación de grupo y proyectar lo suficiente, al asumir los solos o dúos.
En este sentido cabe destacar los dos segmentos realizados por Verónica Monestel y Elián López quienes, como solistas, lograron cualidades de movimiento interesantes, cada una en su estilo, con adecuada proyección y limpieza técnica.
La obra parece más un trabajo en proceso que una propuesta acabada, es como un diamante en bruto al cual se le debe pulir y aprovechar los hallazgos obtenidos de la experimentación, como son las poderosas imágenes que remiten a la lucha constante o soledad.
Además, este nuevo espacio permite una cercanía con el público que pudo haberse aprovechado más, ya fuera enfrentándolo, ignorándolo o integrándolo a la puesta. De igual manera, las contraescenas.
Otro aspecto que debe afinarse un poco más es la dramaturgia, pues la obra cae en la trampa de exponer escena tras escena, y como fin último la exploración del movimiento determinado por el espacio.
Y aquí cabe la pregunta, ¿para qué es la danza?, será para mostrar bellos bailarines y movimientos interesantes o para crear sentido polivalente en el cual el espectador es cogenerador del significado.
Y reitero, no se trata de ser narrativo, ni romper el orden cronológico per se. Se requiere crear el andamiaje sobre el cual se expondrá el contenido de la investigación escénica.
Por que en La trampa lo que observé fue un ir y venir sobre el mismo tema y una rica exploración corporal. Me hubiera gustado ver a los bailarines entrar y salir transformados por lo sucedido en el escenario.
Para los que no han visto este trabajo, todavía les queda un fin de semana.