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El Festival de Coreógrafos Graciela Moreno llegó a su trigésima edición, lo cual comprueba que es un espacio consolidado para el gremio de la danza nacional. Es un indudable estímulo para los creadores y bailarines costarricenses, pues les da la oportunidad de presentar sus trabajos en condiciones óptimas, así como una cantidad considerable de premios.
En esta ocasión, durante cinco días, se verán 15 obras de estreno y una reposición de la homenajeada, Nandayure Harley, quien interpretará su coreografía Bailar por siempre , como cierre del evento.
Lo bailado en esta primera noche (miércoles 4 de setiembre) se destaca por tener un balance adecuado en la programación, donde se vieron obras de creadores debutantes, iniciados, así como otros que acumulan varias participaciones y los expertos.
Diego Álvarez y Adrián Arriaga fueron los responsables de iniciar el festival con la obra Estampa , interpretada por seis bailarines. El tema que motivó el trabajo de los miembros del Colectivo Clá es la autopercepción. Y lo plantearon mediante una serie de interesantes diseños espaciales ejecutados por un sexteto, que asumió la resolución del movimiento competentemente y mostraron solvencia técnica. No obstante, en los últimos segmentos de la obra, comenzamos a ver reiteraciones que no aportaban más a lo ya expuesto.
Kimberly Ulate, después de ganar en la edición anterior el premio como debutante, nos presentó A la revienta cincha con elementos similares a la obra premiada, pero sin la capacidad de sorpresa de su opera prima.
En el actual trabajo, Ulate dibujó, con un quinteto, aspectos de la cultura popular costarricense, apoyada en una banda sonora ecléctica; principalmente, a esta creación le faltó mayor exploración en la dramaturgia.
Finalizado el intermedio, le correspondió a la debutante Laura Murillo presentar El árbol de agua, que estuvo interpretado por Isabel Guzmán y Sussana Vargas. Esta obra contó con un diseño de vestuario de Paulina Ortiz, música de Fabián Arroyo y un agradable diseño de luces. Para esta creación, Murillo utilizó los cuerpos de las bailarinas para escenificar el tema sobre el efecto del líquido vital (agua) para la existencia. Me llamó la atención el nivel interpretativo de Guzmán, pues logró una ejecución limpia con muchos matices y cualidades en sus movimientos, así como buena proyección.
Corpúsculos ondulantes es la propuesta mejor ejecutada que le he visto a Sol Carballo en este festival, ya que el elenco que la asumió (un septeto) cuenta con un nivel técnico similar, que permite una lectura fluida y se puede disfrutar el diseño espacial y de movimiento.
Es un trabajo más lineal o lírico, diferente a los expuestos anteriormente en este espacio. Carballo, en el aspecto plástico, mantiene el uso de las telas, un vestuario con diseño llamativo en blanco y negro, y con música de Circus Contraption.
En la iluminación del espectáculo, el responsable de crear los diseños acorde con los temas planteados fue Telémaco Martínez.
El público fiel acudió a la primera cita de esta edición, donde cada bailarín y coreógrafo se ganó el aplauso de sus seguidores.