El Ballet Clásico Ruso Moiseyev, en su primera gira por Costa Rica, se presentó con dos funciones diferentes. En su primera noche, tuvimos la oportunidad de apreciar un ballet completo, lo cual es poco frecuente en nuestros escenarios.
Esta vez, fue para ver la coreografía
Vale recordar que la interpretación de Ulanova se mantuvo por muchos años como emblemática para muchas generaciones de bailarinas.
Para la creación de este ballet, Lavrosvky se basó en el texto dramático, homónimo de William Shakespeare, y contó con la partitura musical escrita por Sergei Prokofiev. Esta coreografía de cuatro actos nos muestra el estilo coreográfico que se desarrolló posteriormente al auge de la escuela petipiana, que caracterizó el ballet de finales del siglo XIX.
Para ejecutar la propuesta de Leonid Lavrosvky, se requería un mayor aporte desde lo dramático y psicológico en la construcción de los personajes.
Los bailarines del Ballet Clásico Ruso Moiseyev que asumieron los principales papeles fueron Anna Ivannova (Julieta), Alexander Alikin (Romeo), Anatoly Emelianov (Teobaldo), Andrei Djulai (Mercuccio), Sergey Kutsov (Paris), Oleksiy Burakov (señor Capuleto), Daria Lomukhina (señora Capuleto), Salamon Khamaganov (señor Montesco), Juliya Golovyna (amiga de Julieta), quienes se destacaron junto al cuerpo de baile.
Algunos solistas destacaron más que otros. En especial, podemos decir que Anna Ivannova, como Julieta, cumplió a cabalidad tanto en su ejecución técnica como en su expresividad. Y Alexander Alikin, en el papel de Romeo, mostró su enamoramiento y ejecutó sus saltos con vigor.
Por su parte, Sergey Kutsov, en el rol de París, lució una técnica limpia y buena proyección y manejo de las extensiones. Juliya Golovyna, como amiga de Julieta, se vio fresca y ágil en sus desplazamientos y demostraciones técnicas.
El que cautivó al auditorio con su personaje fue Andrei Djulai al encarnar Mercuccio; estuvo muy expresivo y con buena proyección, lo cual se evidenció con el aplauso final.
Otros personajes se vieron un poco acartonados y con poca naturalidad, como es el caso de Fray Lorenzo, ejecutado por Olesksiy Burakov; lo mismo podemos decir de los señores Capuleto y Montesco, estos últimos se mantuvieron con gestos muy rígidos, ayunos de expresividad.
En relación a los aspectos plásticos, el vestuario estuvo acorde al estilo shakespeareano; la escenografía, resuelta a base de telones, ubicó a los espectadores en los diferentes lugares que se desarrolla la trama. La iluminación fue oportuna y con buenos contrastes.
Sin embargo, la calidad del sonido fue pésima. Es imperdonable que en un teatro de tanta trayectoria como el Melico Salazar el sonido sea tan malo.
En general, el elenco cumplió durante su participación.