La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en un estudio dado a conocer el mes pasado, puso el dedo sobre la llaga de la creciente desigualdad en la distribución del ingreso que se ha generado internacionalmente. Este inquietante fenómeno debería abrir un necesario debate sobre la efectividad de las políticas seguidas hasta ahora para combatir la desigualdad, pues no han logrado reducir la brecha entre ricos y pobres alrededor del mundo.
El estudio es revelador. El ingreso del 10% de la población más rica es 9 veces superior al que recibe el 10% de la población más pobre, como promedio en los 34 países de la OCDE. Hace dos décadas esa desigualdad era de 7 veces. El aumento es notorio y afectó incluso a países tradicionalmente igualitarios como Alemania, Dinamarca y Suecia, que pasaron de 5 a 6 veces. En Italia, Japón, Corea e Inglaterra llega a 10 veces, mientras que en Israel, Turquía y Estados Unidos es 14 veces.
Sobre Latinoamérica, el estudio señala que, aunque en Chile y México bajaron las brechas, son todavía excesivamente altas (25 veces). Y fuera de la OCDE, en Brasil, la desigualdad de ingresos es de 50 veces.
Desigualdad en Costa Rica. Desafortunadamente, Costa Rica no escapa de esta realidad. En promedio, para los años noventa, el ingreso per cápita del 10% de los más ricos era 17,4 veces el que recibía el 10% más pobre. Esa brecha subió y actualmente se ubica en 19,2 veces, al tiempo que la tasa de pobreza no se ha logrado reducir sistemáticamente por debajo del 20%.
Al indagar en las causas a nivel global, se concluye que el desarrollo de nuevas tecnologías ha favorecido más a personas con destrezas en dichas áreas, como aquellas de la información y las comunicaciones, así como en finanzas, banca y gestión empresarial, generando aumentos significativos en sus ingresos. En contraste, los percibidos por los trabajadores poco calificados no han mantenido tal ritmo. A este respecto, es necesario destacar que la apertura económica y la flexibilización de los mercados laborales de las últimas décadas han incrementado el nivel de empleo, pero ha sido principalmente en trabajos de baja remuneración o con contratos con menos beneficios.
El estudio también señala que la efectividad de los esquemas fiscales para repercutir directa y rápidamente en la desigualdad ha venido a menos en las últimas décadas. En los países de la OCDE, los fondos públicos destinados a beneficios directos, como seguros de desempleo y programas asistenciales, han sido mayores, pero sin alcanzar un nivel que pueda compensar la variación entre los salarios más altos y los más bajos. Además, esos beneficios tienen alto impacto sobre el fisco y esto ha llevado a la reducción de sus montos así como a criterios de elegibilidad más estrictos.
El incremento de la desigualdad es claramente inaceptable y es algo particularmente contrario a la visión costarricense del desarrollo. Es indispensable adoptar acciones urgentes para confrontar el problema, enfocándose en aquellos ámbitos donde hay mayor efectividad y se logra un impacto más amplio.
En este sentido, la OCDE señala que la forma más prometedora de atacar la desigualdad es por la vía del empleo, con más y mejores oportunidades que permitan a la gente escapar de la pobreza, con verdaderas perspectivas de desarrollo. Eso plantea la necesidad de contar con programas bien diseñados y flexibles, para asegurar un amplio efecto y mejorar la calidad de vida de todos los sectores de la sociedad.
En el caso de Costa Rica, la educación secundaria debería constituirse en el nivel mínimo alcanzado por la población para evitar situaciones de vulnerabilidad y pobreza. Por ello, debería ser una meta nacional que el 100% de los jóvenes completen la secundaria. De lo contrario, se condenará al grueso de nuestra juventud a niveles mínimos de ingreso y la desigualdad aumentará más.
Mejoras en educación. Además de cobertura, se requiere elevar la calidad de los programas de estudio con iniciativas como el bachillerato internacional en colegios públicos, y fortalecer la enseñanza de idiomas y de conocimientos técnicos. La participación de Costa Rica por primera vez en las pruebas PISA, nos ha permitido precisar áreas que demandan mejora, como las matemáticas, donde se registró una nota inferior al promedio de todos los países evaluados. A su vez, en lectura y ciencias los resultados solo se podrían calificar de apenas aceptables, lo cual tampoco es consolador. Mejorar la secundaria es fundamental para una inserción exitosa en el mercado laboral.
En este sentido, necesitamos asimismo desarrollar programas integrales para quienes pierden el empleo. Hay que considerar esquemas de ingresos de subsistencia para familias vulnerables en períodos de alto desempleo, pero ligándolos indisolublemente a programas de capacitación y formación para la reinserción laboral, dando a los trabajadores nuevas competencias con alta demanda laboral. Para ello, el país cuenta con instituciones que podrían reorientarse a fin de incrementar el potencial de las familias para salir por sí mismas de la pobreza y de situaciones de exclusión.
El aumento de la desigualdad enciende luces de alarma, porque atenta contra el desempeño mismo de la economía y del bienestar de todos, e incluso podría estimular sentimientos proteccionistas altamente perjudiciales.
La respuesta frente a la desigualdad debe estar en decisiones políticas sensatas y creativas que merecen un estudio y la responsabilidad por parte de las autoridades.