Cuando los años empiezan a desanimar, es imprescindible un cambio radical en la monotonía del trabajo diario. Pensé en muchos lugares, mas, al final, me decidí por uno en especial, recordando la canción que le oí musitar a Chavela Vargas, en una deliciosa velada en la residencia de Eugenia y Carlos Lachner, cubiertos por inmensos malinches de encendido color: “Uno vuelve siempre a los mismos sitios donde amó la vida...”.
Y elegí volver a Puntarenas, siempre inolvidable, a recordar mi lejana juventud, aquellos fines de semana del verano a partir de enero y hasta topar y frenar para el Viernes Santo.
Fue época de baile continuo en el Yacht Club, cabinas San Isidro, con la orquesta de Paco Navarrete y, casi al amanecer, ir a degustar los últimos tragos en un rústico bar de madera, construido en la playa, “A la deriva”, algunas veces acompañado de alguna joven y atractiva muchacha, ambos también a la deriva.
Y regresé al hotel Tioga, donde recibí la misma calurosa atención, llena de amistad y cariño de varias décadas, de parte de todos sus empleados. El restaurante de primera clase, todo exquisito.
El domingo, los buses, desde temprano, parquearon en el clásico paseo de los Turistas, desde la Capitanía de Puerto hasta la punta, uno detrás de otro: el gentío que llegó a disfrutar del sol, la playa y el mar fue enorme, y se alborotaron los vendedores de refrescos, semillas de marañón, mango cele con limón y sal, agua de pipa, y el grito muy a menudo de “Está a mil paseo en lancha”.
Un fenómeno el disfrute de grupos pobres de las delicias de la playa y el mar. ¿A qué debemos esta noble y agradable situación? Lo he meditado mucho, allí sentado en la playa bajo una sombrilla. Es mérito propio de la maravillosa Costanera. De Escazú a la puerta del hotel, conduciendo despacio, fue una hora con 10 minutos.
Asombroso y, si bien hubo críticas y daños al principio, ello se debió a inadvertencia del Ministerio de Obras Públicas y Transportes, en una completa y exigente vigilancia de los trabajos de la concesionaria. Pero el presidente de la República de ese entonces, que impulsó la construcción de la carretera, el doctor Óscar Arias Sánchez, fue visionario y se adelantó muchos a sus compatriotas atisbando en el porvenir un mejor futuro para grupos de escasos recursos.