12-03-2013. El Salvador. Departamento de Chalatenango, frontera con Honduras. Visita a la naciente del ro Sumpul, ro que alimenta al Lempa, uno de los ms importantes de El Salvador, as como a comunidades aledaas a esta fuente que enfrenta un importante problema de sequa en el verano que se agrava debido al hecho de que el poco caudal casi desaparece a causa de los cultivos en los cuales se basa el sustento econmico de los habitantes. En la casa de Marta Vsquez, en la comunidad de Ro Chiquito, se recoge agua en la maana pues el agua potable llega slo un rato a tempranas horas. Fotos: Mayela Lpez (Mayela_Lopez)
Para el 2080, el panorama para Centroamérica indica un incremento entre 1,5 y 4 °C, así como un 30% más de lluvias.
“Eso tiene implicaciones en la capacidad que tienen los ecosistemas para proveer sus servicios. Bosques que se han quemado durante 30 años seguidos van a tener menos posibilidades de brindar servicios en comparación a otros ecosistemas”, señaló Bernal Herrera, de la Comisión sobre Manejo Ecosistémico de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
¿Cuáles son estos servicios? Protección de fuentes de agua, producción de oxígeno y conservación de la biodiversidad, entre otros. Esto quiere decir que a los ecosistemas sobreexplotados y degradados les costará más asimilar las nuevas condiciones que plantea el cambio climático y ello conlleva un impacto en los medios de vida de las comunidades aledañas.
En el caso de Costa Rica, arrecifes coralinos expuestos a sedimentación –aunado a un aumento en la temperatura del agua– quizá ya no sean tan productivos como antes, lo cual impactará a las comunidades que dependen de la pesca.
Bosques sujetos a incendios van a perder su potencial de polinización y, con ello, la posibilidad de tener unas generaciones de plantas. Sin bosque no hay biodiversidad y sin esta, no hay turismo.
La población más afectada será la que vive en zonas rurales, la cual representa el 70% de los centroamericanos y es quizá la que más depende de los servicios que brindan los ecosistemas.
Si bien el cambio climático es inevitable, se pueden tomar acciones para mitigar su impacto y adaptarse al nuevo contexto.
Ese es el espíritu que persigue el proyecto de gestión del agua para la adaptación (AbE), de UICN, financiado por el Ministerio de Medio Ambiente y Seguridad Nuclear de Alemania.
De esta forma, comunidades en todo el Istmo trabajan en reducir sus vulnerabilidades con la esperanza de aumentar la resilencia de los ecosistemas, es decir, incrementar su capacidad para mantenerse en condiciones óptimas.