Los administradores de sodas escolares deben cruzar un mar repleto de dudas al momento de definir las comidas y bebidas que ofrecen a los estudiantes.
La falta de guías para hacer menús saludables, o la ausencia de capacitación para entender lo que dice la etiqueta de información nutricional, los lleva a cometer errores.
De esto se aprovechan algunos distribuidores quienes portan cartas que indican que sus productos se pueden vender en las sodas escolares, aunque muchas de esas notas son hechas por los propios dueños de la empresa.
María Palma, nutricionista del Ministerio de Educación Pública (MEP), admitió que la mayoría de esos papeles no son oficiales.
La intención, dijo, es que a finales de este año o en los primeros meses del 2013, comience la capacitación para directores, miembros de juntas de educación (que dan en alquiler las sodas) y concesionarios de los negocios.
De esta manera, esas personas tendrán certeza de lo que se puede vender en un centro educativo.
Este proceso se hará con funcionarios del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA).
“Se les explicará el reglamento y se les dará opciones, alternativas. También estamos coordinando para tener un sitio en Internet con información sobre preparaciones.
”Lo que no podemos tener disponible es cuáles productos están avalados, sino que se dan las herramientas para que al valorar la etiqueta nutricional, se vea si se puede vender. No somos certificadores, por eso no podemos dar esa lista”, argumentó Palma.
Ejemplo. Una de las sodas que vetó los producto grasosos o azucarados es la del Colegio Técnico Profesional de San Mateo, Alajuela.
Este negocio tiene otra particularidad: es administrado por los propios estudiantes mediante una cooperativa.
No obstante, la oferta de productos no es tan variada ante el temor de vender algunas comidas que vayan contra el reglamento.
“No hemos tenido la visita de alguien que nos diga en qué estamos bien o mal”, dijo la profesora Yolanda Vargas.
Lo que más venden son ensaladas de frutas y emparedados, así como jugos.
Sin embargo, algunos estudiantes todavía van a un local cercano al colegio a comprar gaseosos, snacks y dulces.
Este no es el caso del alumno Pedro Chartier, quien prefiere productos libres de grasas.
“Lo saludable también es rico; el montón de azúcar es malo y no me gusta”, aseguró el joven.