Sus paredes sostienen estantes de historia y grandes clásicos de la literatura universal. Sus libros llevan el olor a viejo y un pasado con muchos dueños sin nombre. Son negocios escasos, en su mayoría ubicados en el centro de San José, que llevan el sello de compraventa de libros.
“No es una actividad para hacerse millonario”, dice Mariano Víquez, dueño de Libro Azul, que se ubica 300 metros al sur y 25 metros al este de la catedral.
Las satisfacciones en las compraventas van en función del cliente, que a la vez se convierte en amigo del vendedor. Este, a su vez, no solo le ofrece libros, sino que también es un conocedor de la literatura, amante de las letras y orientador en la compra.
¡Bien cuidados! Estas tiendas no son depósitos de libros viejos y en mal estado. Todo lo contrario: llevan la esencia de coleccionistas de textos que velan por el cuidado de las obras que ponen a la venta.
“Hay gente que cree que una compraventa es como ir a una tienda de ropa usada, y esos son prejuicios tontos”, afirmó Víquez. Así como él, negocios como El Erial, Expo 10, Chiloé, Libros Coto y Carlos Díaz velan por el control de calidad de sus productos, que va desde arreglar páginas dobladas hasta reparar las tapas.
El Erial, ubicado frente a la Escuela España en San José, es la casa de libros con mayor trayectoria. Con casi 70 años, ofrece “una personalidad”, con su estantería de más de 15.000 títulos que “aportan al enriquecimiento cultural de este país”, dijo Manuel López, dueño de la librería.
Dentro de esta viejita pero conservada compraventa, Rodrigo Rodríguez se encarga de reparar los libros que llegan con hojas rotas y lomos despegados, y de reconstruir mediante una máquina llamada “empastadora” las tapas de los textos que, horas más tarde, entrarán en las repisas de Filosofía, Medicina, Historia, Psicología, novela, cuentos infantiles o autoayuda.
La diferencia. Sin patrocinios ni anuncios comerciales, las compraventas viven de la publicidad “boca a boca” y de llenar sus estanterías a partir de los mejores proveedores: sus clientes.
El trato amistoso, el buen precio y el orden son herramientas básicas para sobrevivir en el mercado. “A diferencia de una librería comercial, contamos con la figura del librero, que actualmente escasea en Costa Rica y que es una persona que te orienta en la compra del libro y que te habla con la propiedad que da el conocimiento”, dijo López.
La variedad también forma parte de las ventajas. En las compraventas no todo son libros, en la visita usted podría encontrarse discos de acetato, CD de grupos musicales de los años 80, monedas, billetes o estampillas coleccionables.
“Yo vengo a las compraventas desde hace años, me llaman la atención los libros sobre música. Es el arte que me atrae; para un coleccionista, el solo hecho de encontrar algo que aprecia, ya vale un montón”, dijo Salvador Montanaro, hombre de 53 años y aficionado a este tipo de negocios desde que tenía 8 años.
La tableta no asusta. Con el auge de las tabletas, algunos lectores se han pasado al formato digital. Sin embargo, los dueños de compraventas no lo ven como una amenaza real para el negocio. Según Mariano Víquez, de Libro Azul, la tecnología es una nueva opción, pero no sustituye a los libros. “A mí las ventas no me han bajado y con las crisis económicas hay gente que prefiere libros de segunda”, dijo.
El sonido al pasar las páginas es una de las características que prefieren los lectores fieles al impreso. “Los libros y las tabletas no compiten, el libro tiene un carácter individualizado, que logra una conexión con la persona. Es un contacto muy íntimo”, añadió López.
Otros vendedores como Carlos Díaz, Hugo Salazar y Judith Carvajal, de las librerías Díaz, Libros Coto y Chiloé, respectivamente, afirman que, aunque es significativo el cambio hacia lo digital, aún los libros pesan y hay muchísima gente que los prefiere.
Aunque el negocio es compraventa de libros, la mayoría aceptan trueques entre obras del mismo calibre literario. La idea básica es compartir libros, que pasen a manos de un nuevo lector y que no queden guardados en las casas, llenos de polvo y humedad.