“Quienes han trabajado conmigo dicen que tiendo a concentrar mucho por un exceso de rigurosidad. Pretendo estar al tanto de todo lo que está pasando, meter las manos en todo, saber de todo. Eso ha hecho que, en algunos momentos en el arranque del gobierno me pasó, algunas cosas se congelan porque ‘doña Laura’ no le había dado el visto bueno”.
Esta reflexión de la presidenta Laura Chinchilla, dada al semanario El Financiero en julio, ayuda a retratar el primer año del primer gobierno costarricense dirigido por una mujer. Se cumplió ayer.
Las actuaciones en distintos momentos de estos doce meses y las opiniones de personas que trabajan con ella coinciden con esa declaración de Chinchilla.
Familiares, colaboradores y observadores políticos concuerdan en que ella analiza todo el contexto, que escucha, consulta y prefiere estar al tanto de los detalles de cada proceso; que lleva las riendas de la carroza, pero sin usar el látigo y disimulando los conflictos ante el público.
“Ella, por su formación de politóloga, quiere abordar todos los puntos, ser precisa y ser justa. No es simplista ni politiquera. Eso se refleja al hablar; hay que seguirla con atención y podría ser una dificultad para la inmediatez”, describió su hermano Rafael, encargado de los productos audiovisuales de la presidenta.
“Esa es su formación profesional de politóloga. Ese es su discurso y así actúa, viendo el marco completo”, opinó el diputado Francisco Chacón, excompañero de estudios y hombre de su confianza en el Congreso.
Eso explica la tendencia de Chinchilla a huir de las acciones instantáneas. El primer ejemplo llegó apenas dos semanas después de la toma de posesión, con el plan de aumento salarial para diputados. La presidenta duró siete días analizando presupuesto, fundamento legal, consecuencias sobre los opositores, compromisos con los oficialistas y, por supuesto, la opinión popular, aunque al principio no lo admitiera. Cuando dijo “mejor no”, el Congreso ya ardía.
El incendio se apagó, pero dejó consecuencias. Chinchilla quedó con poco margen legislativo, pues su ministro de la Presidencia de entonces, Marco Vargas, nunca logró después la confianza de los diputados, ni siquiera de los oficialistas.
Eso ayudó a mostrar otro rasgo de Chinchilla: la inclinación a centralizar funciones, como reconoció ella en El Financiero .
Una muestra: cuando el diputado arista Guillermo Zúñiga anunció su deseo de renunciar a la curul, el ministro Vargas se vio sorprendido por algo que sabía desde semanas atrás la mandataria, a quien veía todos los días.
Otro caso de centralización de responsabilidades se da en un tema sustantivo, la seguridad, lo cual ha sido un error de Chinchilla porque la convierten en blanco directo de “las críticas injustas”, según su esposo, José María Rico .
Sola. También la vocería del Gobierno recayó de manera directa sobre Chinchilla, pues Vargas tenía pocos “espacio políticos”. Por eso, la gobernante llamó en marzo al politólogo Roberto Gallardo a ejercer como ministro de Comunicación, y en abril sustituyó a Vargas por el exdiputado Carlos Ricardo Benavides, un viejo amigo suyo.
Pocas personas le ayudan a tomar las decisiones políticas. “Le falta asesoría puramente política. Falta de criterio político ha sido el mayor problema. Al gabinete le falta conocimiento y ambición política”, opinó Rolando Laclé, exdiputado socialcristiano y exministro de Presidencia. Por eso, consideró positiva la llegada de Benavides al Ministerio de Presidencia.
La abundancia de tecnócratas, la carencia de kilometraje y de ambiciones políticas, se mezclaron con la costumbre de la presidenta de llevar fuerte las riendas, pero sin usar el látigo.
Ella no aplacó, por ejemplo, la disputa pública y prolongada surgida entre el ministro de Descentralización, Juan Marín, y la de Planificación, Laura Alfaro.
“Es muy diferente a sus antecesores. Es menos jerárquica”, consideró el diputado Víctor Hugo Víquez, oficialista y crítico de los resultados logrados hasta ahora por este gobierno.
Él es miembro del grupo de diputados cercanos al exministro Rodrigo Arias, fuente de un conflicto que también ayudó a retratar a Chinchilla: prefiere disimular las disputas.
“Yo con nadie me he peleado; difícilmente yo me peleo con alguien”, dijo Chinchilla en una entrevista con La Nación , a pesar del conflicto conocido con los hermanos Óscar Arias y Rodrigo.
De su gabinete han salido cuatro ministros y en ningún caso ha reconocido siquiera diferencias con ellos. Nadie salió enojado o, al menos, nadie lo admitió. Ninguno de esos exfuncionarios consultados para este trabajo quiso opinar.
Para el ministro de Comunicación, quien reconoció varias “salidas en falso” de Chinchilla en este año, haber cumplido ya los doce meses le permite operar con mayor agilidad: “Ella ha estado dispuesta a hacer ajustes y va empezando a dilucidar con más claridad qué esfuerzos requieren los proyectos y cuánto tiempo”.