Lleva años la preocupación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por los efectos indeseables que pueda producir el uso indiscriminado del teléfono celular.
Aunque emite radiaciones no ionizantes, es decir, que presumiblemente no producen daño a las células del cuerpo, la universal invasión del “celular” a la vida humana está rodeada de particularidades peligrosas.
Su cercanía a lugares del cuerpo muy delicados y sensibles (como son el tejido cerebral, el nervio auditivo y la glándula parótida); el uso constante que muchas personas le dan durante todos los días; la renuencia a utilizar audífonos simples que impongan distancia entre el oído y el teléfono, y el uso cada vez más frecuente por niños pequeños (con toda una vida por delante de exposición a esas radiaciones), todos son factores que mantienen preocupados a los expertos en Salud Pública y a muchos oncólogos y neurocirujanos, máxime que el reciente informe de la OMS sobre este tema cambió el adjetivo, de improbable, a posible.
Hace muchos más años de los que tiene de existir el teléfono celular, Pepito Grillo nos enseñó que “prevenir, prevenir, es mejor que lamentar”.
En este caso, un audífono será un seguro de salud.
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