Con el objetivo de conservar cultivos de gran valor agrícola y alimentario en Mesoamérica, el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie) se ha dado a la tarea de almacenar miles de especies de semillas y plantas en Turrialba.
Sin embargo, su colección de unas 11.400 semillas y plantas tiene ya sus años y ha envejecido. Esto urgió al Catie ahora a renovar el 100% de ese “tesoro” natural.
Según William Solano, investigador en recursos fitogenéticos y biotecnología del Catie, muchas muestras tienen ya 50 años de antigüedad y esto incide en sus posibilidades de reproducción. “Aunque se conservan, estas semillas van perdiendo su viabilidad con el tiempo. Si dejamos pasar 10 años o más, es posible que ya no germinen y podríamos perderlas”, comentó Solano.
Variedades de tomate, ñame, yuca, zapote, ayote y chile están siendo regeneradas dado que son únicas. Incluso, algunos de estos cultivos ya no existen en fincas.
Una vez que se obtiene la semilla, se le extrae de un 20% al 30% de la humedad interna para luego almacenarlas a -17 °C.
“Si uno ingresa la semilla con toda la humedad, al congelarse se puede destruir internamente”, aclaró Solano.
Hay otros cultivos, como el café arábica, que se somete a crioconservación; esto es, que se sumerge la muestra en nitrógeno líquido a -196 °C. Mediante esta técnica, se conservan unas 100 variedades, las más valiosas de la colección. En cuanto a las plantas, se realizan injertos. Así es como se preservan las especies frutales.
En otros casos, como el pejibaye, se recurrió a la técnica in vitro. De esta forma, la planta crece en el laboratorio. Cuando ya está lista, se aclimata y luego se siembra.
“En algunos casos, lo que pasó es que nos trajeron la semilla, pero no sabíamos cómo era el cultivo. Al sembrarla y generar una planta, vamos a poder tomar datos del tamaño de las hojas, el color de la flor, la altura y otras características morfológicas”, explicó Solano.
Esas descripciones permitirán emprender procesos de mejoramiento genético; es decir, que ayuden a que esos cultivos sean más productivos, nutritivos, resistentes a plagas y a condiciones adversas debido al cambio climático.
Asimismo, surge una oportunidad para estudiar cómo estos cultivos se comportan en nuevas condiciones de suelo, temperatura y lluvia, entre otras.
En este sentido, el Global Crop Diversity Trust coordina con bancos de germoplasma (sitios que resguardan el genoma o información genética de especies vegetales) de 88 países. Solo la región latinoamericana cuenta con 19 bancos de germoplasma.
¿Cómo funcionan estos bancos en el proyecto? Durante la regeneración, se toman tres muestras: una se queda en el banco de germoplasma del centro de investigación y las otras dos son un respaldo.
De estos duplicados, uno se envía a un banco genético internacional y el otro se deposita en Bóveda Global de Semillas de Svalbard, que se ubica en el Ártico.
Esta prácticas corresponden a medidas de seguridad. “En caso de que aquí llegara a ocurrir algo, uno puede solicitar el regreso de esas semillas y volver a iniciar todo el proceso de regeneración”, dijo Solano.
En América Latina y el Caribe, se trabaja con 131 organizaciones cuyas labores incluyen el rescate, la regeneración y la evaluación de las colecciones de cultivos que están en peligro de extinción.
“Mucha gente piensa en lugares como Costa Rica en términos de la rica biodiversidad de sus bosques tropicales, pero igualmente valiosa es la asombrosa diversidad de las variedades de cultivos en esta región y su contribución a la seguridad alimentaria en todo el mundo”, comentó Cary Fowler, quien es el director ejecutivo del Global Crop Diversity Trust.
Asimismo, Fowler agregó: “Deberíamos estar trabajando tan duro para proteger la diversidad en la agricultura, que directamente nos sostiene, como lo hacemos con la diversidad en todos los ecosistemas vulnerables”.