Le prohibí a mi hija esa vulgaridad de la música reggaetón y tiene días de no hablarme. ¿Usted cree que sea tan malo? Mayela
María responde:
A través del tiempo, muchos estilos musicales han sido condenados por temor al daño que puedan causar a los jóvenes.
El rechazo aumenta si se trata de sexo, religión, ideología, droga o violencia. No sé si recuerda los calificativos que se le dieron a Hugo y “sus sonidos sexis”, a las canciones que llamaron satánicas, al rock y sus movimientos provocativos y hasta a la forma de bailar el tango o el swing. En todas esas novedades, habría que diferenciar la música, la letra y el baile... que no siempre son coincidentes.
El mundo cambia, la gente se acostumbra, la moda pasa y unas experiencias musicales enriquecen a otras. No sé si usted sabe que el reggaetón –que tiene múltiples intérpretes e interpretaciones– va desde la protesta y la crítica de barrios populares, hasta la ponderación agresiva y, a veces, brutal del sexo, la violencia, la droga o las pandillas.
El reggaetón se define por su mezcla entre el reggae, que tiene su origen entre la población negra de Jamaica en los años 70, y el hip-hop y otros ritmos latinoamericanos.
Esta fusión –que agrega sonidos electrónicos– se da en Puerto Rico a partir de los 90 y el reggaetón canta en español temas diversos.
En el reggaetón la calidad musical es muy dispar. El baile nos interpela por sus movimientos fuertes e indiscutiblemente sexuales; asistimos a “sexo en escena” y puede ser más o menos vulgar, según sus protagonistas.
A su hija le puede interesar el reggaetón, la puede interpelar y le puede servir para sacar su energía y su enojo o, simplemente, le puede servir para rebelarse contra lo que considera una imposición de su parte.
Lo que es claro es que ni el reggaetón, ni ninguna otra moda, vale una pérdida tan importante como la comunicación entre usted y su hija.
Conversen y disfruten de un tema que puede ser muy enriquecedor para ambas.