Para adornar el tema de la reforma de impuestos que pretende resolver el problema fiscal que padecemos de manera trepidante, la administración Solís Rivera ha optado por un enfoque sociológico sobre la redistribución de la riqueza.
Debemos tener claro que para poder distribuir o redistribuir riqueza, primero hay que tenerla. Al día de hoy lo que se puede distribuir y redistribuir es déficit, ineficiencia en el gasto y presiones a la estrangulación del crédito total en favor del crédito público para financiar este déficit.
Para distribuir o redistribuir riqueza, primero hay que generarla, identificarla, cuantificarla y sujetarla a los principios constitucionales, sobre todo al deber de contribuir al sostenimiento de las cargas públicas, que deben ser proporcionales, eficientes y transparentes.
La pregunta que subyace es precisamente ¿cómo generamos riqueza? La respuesta más sencilla es propiciando las condiciones para que el sector productivo genere proyectos, tome riesgos, asuma funciones y se comprometa con una agenda de crecimiento de la economía real. Ello, en contraste con el estímulo de la economía financiera o de rendimientos pasivos que genera poca riqueza, en especial si el pagador de los rendimientos del capital mobiliario es del sector público.
Para que apuntemos con certeza, se requiere mejorar el ingreso por medios eficaces de recaudación de los impuestos existentes, así como una reforma integral de los impuestos de renta y ventas y la eliminación de redundancias institucionales en cualquier sector del Gobierno.
La función redistributiva se logra cuando de manera sustancial se le dan las condiciones al sector privado para que genere empleo, aumente salarios reales y genere riqueza neta en términos reales.
El sector privado debe tener condiciones claras de seguridad jurídica, que incluya variables trascendentales como la de mercados de capitales, condiciones crediticias y accesibilidad a los factores de producción. Se debe de fomentar la riqueza país mediante la inversión en tecnología, investigación y desarrollo en especial en infraestructura.
Es generando nuevas y mejores fuentes de empleo como se distribuye la riqueza. Solo así podremos hablar de manera realista de un efecto redistributivo de la riqueza, una vez que la fomentemos y generemos.