Nicole Jop dice que a sus amigas no les gusta que practique ballet porque nunca tiene tiempo de salir con ellas. Sin embargo, su dedicación intensiva a esta forma de arte –que practica desde los cuatro años– la retribuyó el año pasado, pues fue la bailarina más joven –13 años de edad– del cuerpo de baile de El Casacanueces en diciembre pasado .
Ayer, Nicole y sus nervios volvieron a “audicionar” para formar el elenco en el montaje del 2013. Fue una jornada que convocó a 55 muchachas entre los 13 y los 19 años, y a 17 varones sin restricción de edades. La cita fue en la Escuela de Ballet Clásico Ruso, en La Uruca.
María Amalia Pendones, directora artística del espectáculo junto con Patricia Carreras, informa que hay un cupo de entre 18 y 24 puestos para las bailarinas, aunque tratan de de no limitarse a un número para darle la oportunidad a la mayor cantidad posible de muchachas. Ellas asumen El Cascanueces como un proyecto artístico, pero también formativo.
Demandante En un salón de prácticas, Patricia Carreras marca el ritmo : “¿Quiénes pueden hacer fouettés italianos?”, y uno de los grupos de aspirantes se divide para dar paso a las que se tienen fe para hacer el demandante giro y patada. Según Carreras, año con año nota un avance en el nivel de las aspirantes.
Pendones explica que la coreografía montada para El Cascanueces , de Piotr Ilich Chaikovski, fue creada por ella y Carreras.
“Hicimos una obra entretenida, que es demandante, pero en la que también hay espacio para distintos niveles: niñas, intermedio y profesionales”, dice Carreras.
La bailarina Lucía Passuelo, de 16 años, concursó por tercera vez. Dice que participó en el montaje del año pasado, y que el ciclo de presentaciones fue agotador, pero que el ver un espectáculo detrás de escena pagó todo el esfuerzo.
Carreras destaca que, aunque ellas son profesoras de la Escuela de Ballet Clásico Ruso, su obra incluye a intérpretes de diversas instituciones. Para esta audición, por ejemplo, recibieron aspirantes de lugares donde ni siquiera sabían que había escuela de ballet , como Palmares, Liberia y Cartago.
Un ejemplo de inclusión es el de la herediana Melissa Jiménez, de 17 años, quien se instruye en la escuela Azul Passé. Aunque dice que no tuvo problemas para conciliar el sueño la noche anterior, sí confiesa que llegó a la audición con muchos nervios, a pesar de que el año pasado ya había sido seleccionada para el espectáculo.
Hombres en mallas. La audición de los varones luce distinta, pues habitualmente ellos son un poco mayores y su formación principal no viene de una academia de danza clásica, sino de la danza contemporánea.
Este es el caso de Esteban Vincenti, de casi 21 años de edad, quien pertenece al grupo Danzay y al universitario Danzú, y que ha bailado dos veces en El Cascanueces . Vincenti revela que lo estimula el reto de manejar los dos extremos de la danza clásica y la contemporánea: “Por un lado tenés que pulir la perfección del movimiento y, por el otro, tenés la libertad absoluta”.
La experiencia del novato Carlos Elizondo es notable. El muchacho, de 17 años de edad, empezó en el baile folclórico, en su natal San Marcos de Tarrazú. Cuenta que no fue hasta hace un año cuando empezó a estudiar ballet en una academia en su comunidad.
“La zona mía es muy conservadora, y bailar ballet supuestamente no es para hombres. Yo fui el primer varón de esa academia, y seguramente seré el único”, cuenta Elizondo, quien actualmente estudia Danza en la Universidad Nacional. Él se confiesa muy nervioso antes de la audición, pero agrega que hablar de su experiencia lo relaja.
Durante unas tres semanas, los aspirantes quedarán en suspenso sobre si lograron entrar o no al espectáculo de danza clásica más importante –y casi el único– que existe en el país.