Entre los redactores de la segunda mitad del siglo XIX era costumbre consagrar una sección al humor. En 1866 y 1867, Rafael Carranza publicó
Entre los poetas excepcionales que cultivaron el humor literario se encuentran Rafael Carranza (1840-1930), Luis Rafael Flores (1860-1938), Aquileo J. Echeverría (1866-1909) y Eduardo Calsamiglia (1880-1918). Sus nombres brindan una imagen clara acerca de la condición y la importancia de esta variante de la poesía.
Los literatos costarricenses hicieron suyas muchas influencias llegadas del extranjero (véase el recuadro). Con esmero, cultivaron diversos medios formales para la expresión del humor y el ingenio. Entre sus predilectos estuvieron la fábula (relato alegórico y moralizante) y el cuento popular; la farsa (pieza cómica de argumento grotesco y resumido) y el diálogo (parlamento o charla que ridiculiza a un tercer personaje).
En el ámbito de la lírica, se pronunciaron mediante el acróstico (serie de versos cuyas letras iniciales, medias o finales forman palabras o frases), el soneto y la anacreóntica (canto a los placeres del vino, la vida y el amor), y emplearon también la décima (poema de diez versos octosílabos) y el epigrama (poema breve e incisivo, compuesto con ingenio y mediante una o dos redondillas).
Como parte del segundo proyecto, se promovieron la producción y la divulgación de una literatura patria. En esta época, los diarios latinoamericanos desempeñaban un importante papel civilizador.
La actividad educativa superaba la mera entrega de novedades; se fundamentaba en la opinión. La emergente burguesía culta y los patricios impusieron un concepto de Estado y sociedad; a la par, favorecieron la libertad de expresión.
De ese esfuerzo por vigorizar una tradición literaria participó el humor, que puede llegar a ser profundamente referencial e ilustrativo. En buena medida, tal afán aparece en los poemas de
Algunos de los motivos recogidos por esta literatura son universales: las nupcias de licor, el descubrimiento de la cornucopia, las alegorías eróticas y la cantilena acerca del poder del dinero; son tópicos que proceden de las viejas coplas de los trovadores.
Las desgracias del amor y las diminutas tragedias cotidianas aparecen por las páginas de la literatura de Occidente, cual modestas flores en un amplio paisaje.
Algunos otros temas iban de la mano con un acontecimiento o aludían a determinado personaje local. El humor se mueve entre lo antiguo y lo inmediato, entre la severidad y la ligereza.
En los versos acerca de lo próximo, tres asuntos descollaban: el anticlericalismo, el fraude electoral y la disputa literaria.
Otro hecho inquietó a los costarricense de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX: el fraude electoral. La legislación de 1893 consintió la influencia del Poder Ejecutivo en los comicios presidenciales.
Durante la transición hacia un sistema democrático confiable, la educación popular elevó el índice de alfabetización y posibilitó –con el apoyo de los periódicos y organizaciones sociales– la discusión política y la vigilancia pública.
Los escritores acudían al retrato ingenioso y a la sátira política para convencer a los ciudadanos acerca de las bondades de los candidatos y sobre las deficiencias de los adversarios. También se apelaba al humor para exponer las intervenciones del gobierno y de los grupos de poder económico.
Aquel despertar de la cultura costarricense se percibe también en las polémicas surgidas entre escritores. Algunos increparon a sus contemporáneos pues creían que los modelos estéticos seguidos por otros eran obsoletos o inadecuados.
Eduardo Calsamiglia protagonizó las disputas más encarnizadas, tanto las auténticas como las fingidas. Sus versos contra Lisímaco Chavarría son célebres. El poema “Praxitélica” inspiró a Emilio Granados, quien llamó “poeta esdrújulo” a Chavarría.
En 1904, Óscar Baudrit, Próspero Pacheco, Tranquilino Sáenz, Aquileo J. Echeverría y Calsamiglia publicaron un folleto titulado
En 1877, un poeta afincado en Puntarenas propuso a sus colegas: “Abandonemos de Erato / la ya muy trillada senda / y aunque a muchos les sorprenda / con Talía hagamos trato”. Continuó la invitación: “En vez de endechas o idilios, / y romances amorosos, / madrigales ingeniosos, / himnos
Muchos escritores atendieron esa nueva forma de expresión. Aunque truncada por la adustez de la lírica posterior, esta poesía influyó en el desarrollo de las letras nacionales.
El humor es signo de inteligencia, de oficio en la escritura y de especialización del literato cercano a la prensa. El humor literario rezuma modernidad pues fomenta dos hábitos: discutir y jugar.