El señor Iván Molina Jiménez en su artículo “ Justa inteligencia ” manifiesta algunas aseveraciones que demuestran un profundo desconocimiento del quehacer legislativo y, sobre todo, del pensamiento y proceder de un diputado cristiano, como es mi caso.
Dice el autor que a los líderes evangélicos no les interesan los problemas nacionales salvo que sirvan como instrumentos de conveniencia para sus Iglesias. Para la información del señor Molina, en mi despacho atendemos y le damos seguimiento a una gran cantidad de casos de familias, asociaciones comunales y diversos sectores sociales que no están involucrados con la comunidad evangélica.
Paralelo a lo anterior, realizamos semanalmente una serie de denuncias dirigidas a instituciones gubernamentales y descentralizadas, cumpliendo así con una de las razones de ser diputado: ejercer el control político.
De hecho, nuestra fracción, de acuerdo al registro de Seguridad del Congreso, es la más visitada –y no solo por la comunidad cristiana– en todo lo que llevamos de estos tres años de ejercicio como diputado.
Paralelo a lo anterior, durante mis giras al interior del país traigo conmigo una serie de inquietudes de los vecinos de las comunidades, muchas de las cuales no pertenecen a nuestro sector, pero igualmente las atendemos con todo gusto.
Dice el señor Molina que, proclive a la intolerancia, el electorado evangélico encuentra en la fe fundamento y justificación para irrespetar los derechos y la dignidad de quienes no comparten sus creencias.
Nada más lejos de la verdad, somos respetuosos del pensamiento ajeno, que es muy diferente a no estar de acuerdo con que se aprueben leyes de uniones homosexuales y sociedades de convivencia, que solapadamente buscan equiparar estas uniones al matrimonio de hombre y mujer, claramente definido en nuestra Carta Magna, el Código de Familia y en las Sagradas Escrituras.
Defender estos principios no es irrespetar derechos, aun cuando esta posición repercuta en las redes sociales, lo cual no equivale a la opinión de los costarricenses, como algunos quieren hacerlo ver. Por eso lo ideal hubiera sido ir a un plebiscito, para conocer el pensamiento real de nuestra sociedad.
Esto respondería la presunción del señor Molina, quien afirma que la defensa de estos principios y valores indignan a una mayoría de la ciudadanía. Me pregunto en cuáles datos estadísticos se basa para tan categórica afirmación. ¿O estará hablando de las redes sociales?
Debe saber además este articulista que durante este período al frente de la Comisión de Derechos Humanos he recibido una gran cantidad de apoyo de ciudadanos de diferentes sectores sociales y académicos, además de muchos credos religiosos, inclusive católicos. Por lo tanto, su comentario de que mi oposición a estas leyes desprestigia a Costa Rica a nivel internacional me suena a caja de resonancia de una retórica del movimiento LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales) que se viene dando desde que asumí la Presidencia de Derechos Humanos. No me es ajena y, por supuesto, no lo comparto.
Lo único congruente del señor Molina es el uso de la palabra ‘añadidura’, pues escrito está que, si le damos el primer lugar a Dios, todas las demás cosas vendrán por añadidura. De todas formas, mi verdadera y final aspiración es que mi nombre esté escrito en el Libro de la Vida; lo demás aquí, en este mundo, siempre será una añadidura.