En 1990, el japonés Ákira Kurosawa (1910-1998) quiso dar una representación visual a sus sueños. Para tal época, era ya un director aclamado y pudo invertir unos $12 millones en la producción.
Sin embargo, al rodar Sueños , Kurosawa rodó también pesadillas y tuvo carácter sibilino en algunas escenas : El monte Fuji en rojo narra cómo una central nuclear ha comenzado a fundirse en las faldas de ese emblemático monte; detrás, el cielo está teñido de un rojo-sangre, y la población salta, desesperada, al océano. El ogro llorón (personaje de una fábula budista) habita un terreno sombrío y posapocalíptico luego de un holocausto nuclear: a los hombres les crecieron cuernos y viven en tal agonía que aúllan durante la noche. ¿Suena familiar?
Kurosawa es uno de los más célebres directores de cine del siglo XX. Realizó más de 30 películas, como Rashomon (1950), Los siete samuráis (1954) y Dersu Uzala (1975). En 1950 ganó el León de Oro y el Premio de la Crítica de Venecia con Rashomon , y en 1990 recibió un Óscar honorífico por su trayectoria. No obstante, ese perfeccionismo le ganó apodos como “emperador Kurosawa” por parte de su equipo, para el cual el director se excedía en la búsqueda de un hiperrealismo.
Kurosawa pensaba que un traje recién hecho restaba autenticidad al personaje. Así, distribuía el vestuario entre los actores semanas antes de la filmación y los obligaba a establecer un “vínculo” con él.
Por otro lado, Kurosawa empleaba toda la expresividad de los elementos del clima: son famosas sus escenas en las que la intensa lluvia está teñida de negro ( Rashomon ); el calor tórrido de El perro rabioso ; el viento gélido de El mercenario , la nieve, la niebla, etcétera.
Además, Kurosawa empleaba simultáneamente varias cámaras y una narrativa fragmentada. Esta narrativa fue empleada en Rashomon , cinta que cruza cuatro versiones de hechos criminales cuya verdad resulta imposible determinar. Hoy se conoce como “efecto Rashomon” a aquella “subjetividad detectable en la percepción y en la memoria cuando testimonios de un mismo hecho ofrecen descripciones substancialmente distintas, pero todas posibles”.
A Kurosawa se lo criticaba por severo, pero lo era también consigo mismo: “Mi deseo es morir en un rodaje”, confesó a The New York Times . No obstante, la muerte lo alcanzó en su casa cuando él miraba la televisión, a los 88 años. Su último filme, realizado siete años antes, se llama irónicamente ¡Todavía no!
Esteban Córdoba esteban.cordoba83@gmail.com