Guido Fernández tenía una de esas inteligencias que los ángeles permiten para cobrarnos después el pecado de la envidia. En 1977, Fernández publicó sus críticas escénicas bajo el título de Los caminos del teatro en Costa Rica. En este libro (página 149), Guido elogia Aguas negras , viejo drama de Alfredo Castro Fernández y obra que “tiene el extraño mérito de no haber sido representada nunca”.
Muchos años antes, el volteriano Ricardo Palma llamó “hostias sin consagrar” a las reales cédulas que los virreyes recibían pero nunca aplicaban. En un limbo parecido flotan los dramas que no se representan, y también los que se escriben y jamás se publican.
El drama Do, re, mi, disonante encontró mejor destino: no solamente se representó con el favor del público, sino que se ha publicado; y más: en enero significó el Premio Nacional del Teatro en la categoría de Dramaturgia para su autor, Arnoldo Ramos Vargas.
Do, re, mi, disonante (EUNA)nos trae a dos hermanos de caracteres muy distintos que deben cumplir una promesa hecha a su padre moribundo: cantarle boleros en la tumba. El contraste entre los hijos sostiene una tensión dramática que se resuelve inesperadamente.
En sus ratos libres, Ramos no se ocupa del teatro, pero es que no tiene ratos libres. Actor, director y dramaturgo, también ha sido director del Taller Nacional de Teatro y es profesor de la Escuela de Arte Escénico de la Universidad Nacional, donde se licenció.
Arnoldo ha trabajado con las más prestigiosas compañías del país y ha recibido los premios Aquileo J. Echeverría (por su obra Reflejos de sombra ), el Premio Nacional al Mejor Actor de Reparto y dos veces el Premio Nacional de Teatro al Mejor Actor Protagónico.
Ramos fundó y dirige el Colectivo Escénico Brecha, con el que ha montado una quincena de obras, varias de él mismo, y dirige el grupo Teatro Agosto, del Instituto Tecnológico de Costa Rica.
Sus obras se han representado en otros países, y él ha participado de numerosos encuentros internacionales de teatro. Arnoldo ha actuado en la película nacional El último comandante , y pronto lo hará en el drama La charca inútil , del español David Desola, bajo la dirección de Leonardo Perucci.
Mientras busca un rato libre para responderlas, Arnoldo Ramos contesta estas preguntas.
–¿Cómo nació el argumento de Do, re, mi, disonante?
–Fue una idea que maduró al calor del equipo de trabajo del Colectivo Escénico Brecha y que fuimos improvisando y discutiendo hasta que finalmente yo tomé todo el material y me senté a escribir la obra. Queríamos hacer algo que nos relacionase con la música.
–¿Hay alguna constante en los temas que han tratado sus obras?
–Realmente no me planteo una continuidad. Hablo de las cosas de las que siento ganas de tratar en un momento. Creo que me decanto por temas que tienen que ver con entenderse como ser humano.
–¿Cuáles son los temas que le gustaría abordar?
–Todos los que me movilicen a crecer integralmente. Me interesan temas que le digan cosas importantes a la gente que está inserta en mi entorno.
–¿Cuál obra escribe ahora?
–Ahora trabajo en una que he llamado Las chinameras . Trata de un grupo de vendedoras ambulantes que sufren todas las dificultades de deber afrontar a las autoridades para poder darles de comer a sus familias.
–¿Con cuáles autores dramáticos cree que comparte estilo o temas?
–Sería muy presuntuoso de mi parte compararme con algún autor. Aprendo de los que puedo y trato de no copiar ni estilos ni temas de ninguno. Procuro desarrollar mi propio sentir dramatúrgico.
–¿Ha sido autobiográfico con algunos personajes creados o en algunas escenas?
–Autobiográfico no, pero es inevitable partir de las propias experiencias y tomar algunas de las vivencias para verterlas de otra manera.
–Marlon Brando no estudió con Lee Strasberg, sino con Stella Adler, pero los efectos de las escuelas de ambos no se diferencian mucho. ¿Le agrada el estilo de actuación que ellos propusieron?
–Sí, me agrada. Los actores de esas escuelas tenían gran fuerza a y respondían a un estilo y a una necesidad de su época.
–Usted dijo que “el teatro no se enseña: se aprende”. ¿Qué hace entonces un profesor de teatro?
–Sacada de contexto, esa afirmación puede sonar extraña, pero se refiere a que uno, como profesor, facilita espacios y herramientas para desarrollar experiencias de aprendizaje en las que el profesor mismo es sujeto de aprendizaje.
”Depende muchísimo de cómo se confronte esa experiencia para lograr una ejecución afortunada. Por supuesto, el profesor debe guiar el empleo de esas herramientas, pero solo el que las usa puede desarrollar la habilidad.
”Es imposible hablar de verdades absolutas precisamente porque nuestro objeto de estudio es de naturaleza artística; o sea, no es un objeto exacto, sino que se renueva constantemente”.
–¿Son comunes las técnicas?
–Las técnicas dependen mucho de las decisiones y necesidades estéticas del ejecutante. De tal manera, un profesor es un dinamizador de las experiencias de aprendizaje, un promotor de la construcción del conocimiento, un capitalizador de los hallazgos generados al calor de la experiencia de aprendizaje planteada. El profesor es un compañero más, con un rol específico dentro de un grupo de estudios.
–¿Cuál es la obra que le hubiese gustado escribir y cuál el personaje de otro autor que le gustaría encarnar?
–Me hubiese encantado haber escrito La muerte de un viajante , de Arthur Miller, y me gustaría encarnar en algún momento al rey Lear, de Shakespeare...; eso sí, con un montaje de la obra que tengo en la mente. Tal vez algún día la dirija.
–Las obras en las que usted actúa y las que escribe entran en la amplia categoría del realismo. ¿Lo tienta el teatro experimental?
–Sí, y es que realmente yo he hecho todo tipo de género, incluido el experimental.
–En relación con unos veinte años atrás, ¿hay más y mejores dramaturgas en Costa Rica?
–No podemos observar el fenómeno dramatúrgico desde ese punto de vista. Lo que sucede hoy, incluso con las dramaturgas, ocurre gracias a lo que pasó hace veinte años, y este proceso no se puede desconocer: es dinámico y continuo. En veinte años más, el proceso estará en otro nivel mejor o peor; no lo sabemos aún, pero inevitablemente estará influido por lo que sucede hoy.
–¿Cómo se vinculan los dramaturgos centroamericanos?
–Sé que hay esfuerzos por lograr una red de alcance centroamericano, y no solo de dramaturgos, sino de artistas escénicos en general.
–¿Hay diferencias entre los estilos del teatro de Costa Rica y los de los otros países del istmo?
–Sería muy difícil precisar las particularidades porque cada entorno determina su necesidad temática, y hay diferencias incluso dentro de un mismo país.
–¿Qué instituciones apoyan la creación escrita de obras escénicas en Costa Rica?
–Bueno, en cuanto a publicaciones, las universidades. Con sus limitadas posibilidades, la Compañía Nacional de Teatro también ofrece algún apoyo. Asimismo ayuda la apertura de concursos que otorgan alguna dotación monetaria o que ofrecen montar las obras.
”Sin embargo, no siento que haya una política clara que ofrezca un apoyo directo a la creación escrita para el teatro”.
–Entonces, ¿qué debería hacer el Estado para favorecer al teatro de Costa Rica?
–Crear espacios de concertación y hacer partícipes a todos los involucrados, para definir líneas y políticas destinadas a interesar a la sociedad en el arte; a la vez, apoyar a quienes trabajamos en el teatro y en las demás artes.
”En ese sentido, siento que hay compañeros que hoy trabajan duramente con el Estado. Creo que se ha avanzado, pero realmente hay mucho que hacer todavía”.